Histórico nuevo episodio jurídico contra las tecnológicas. El Tribunal Superior de Justicia en Reino Unido ha admitido a trámite una demanda colectiva contra YouTube, empresa filial de la multinacional estadounidense Alphabet, matriz de Google, en la que se le acusa de recopilar masivamente los datos de niños sin autorización.
Sur Florida/ABC
La demanda, impulsada por un experto de privacidad llamado Duncan McCann, solicita el desembolso de 2.500 millones de libras (2.711 millones de euros) en concepto de daños contra la infancia. El texto asegura que la empresa de vídeos recopila datos personales de los menores de 13 años sin permiso de los adultos. Un motivo por el que se reclama una compensación de entre 100 y 500 libras por familia afectada. La resolución puede conocerse este otoño.
El texto argumenta que YouTube y Google han violado la Ley de Protección de Datos del Reino Unido y el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) de la Unión Europa cuya medida más importante es el consentimiento expreso. Se trata de la primera demanda de estas dimensiones que se presenta en Europa.
El caso se centra en los niños que han visto YouTube desde mayo de 2018, cuando entraron en vigor las exigencias legales. «Estamos en un momento en la que la única forma de que podemos avanzar y hacer que estas empresas rindan cuentas es a través de un proceso legal», lamenta en un comunicado este experto.
McCann, de 41 años y padre de tres hijos, ha asegurado que el servicio no obtiene la autorización de los adultos. «No puede ser correcto que Google pueda tomar datos privados de los niños sin un permiso explícito y luego venderlos a los anunciantes para dirigirse a los niños», insiste.
La plataforma digital recoge entre sus términos de uso una edad mínima de 14 años para poder utilizarlo y obtener el permiso de los padres en caso de ser menor a 18 años. Una situación que ha llevado a la empresa a lanzar una versión para los más pequeños llamada YouTube Kids, en donde se incluyen teóricamente contenidos adaptados a su edad.
«Es un problema, pero ahora es una calle de doble sentido. Tenemos que centrarnos en cómo internet está utilizando a nuestros hijos. Debemos preguntarnos si estamos cómodos con que se conviertan en un producto para estas plataformas digitales. Ese es el futuro que no quiero», señala McCann.