En plan de disminuir riesgos en la burbuja de Orlando de la NBA, las transmisiones cuentan con una gran cantidad de cámaras robóticas automatizadas, sin la intervención de personas.
Sur Florida/ La Nación
Aunque está claro que enfocar a David Griffin luego de una caída natural de Zion Williamson, tras resbalar por ir a buscar un rebote, fue una decisión bien humana (hasta con cierta malicia), del director de TV en el partido entre Memphis y New Orleans.
Griffin es el vicepresidente ejecutivo de los Pelicans que, un día antes, ante la insistencia de la prensa por la restricción de minutos que el equipo le impuso a su figura, comentó tajante: “Si alguno esperaba otra cosa es porque tal vez no fui lo suficientemente claro. Zion es el futuro de nuestra franquicia y deberá atravesar ese proceso. No hay otra alternativa“.
Zion Williamson tiene apenas 20 años (los cumplió el 6 de julio) y es el hombre que todo el ambiente de la NBA eligió como el sucesor de LeBron James. No porque juegue parecido. Pero es un diamante en bruto. Por fuerza, agresividad y determinación, nadie duda de que es potencialmente una súper estrella. Es el nombre llamado a dominar la próxima década de la NBA. Eso sí: sus frágiles rodillas hacen que no juegue más de 15 minutos por partido y el cuerpo técnico está obligado a brindarle atenciones como si se tratara de un veterano.
Anoche le permitieron algunos minutos más de la media. Jugó 25. Camina con cierta renguera, como si tuviera dolores. Pero su prestación es formidable. Pese a no poder tomar ritmo por ese recorte de tiempo, aportó 23 puntos y 7 rebotes en la victoria de New Orleans sobre Memphis por 109 a 99.
La rodilla derecha del novato maravilla comenzó a sufrir en su última temporada con Duke, en la NCAA. Primero fue un esguince. Luego, durante la Summer League de la NBA, ya con los Pelicans, sufrió un golpe que lo dejó fuera de los partidos de preparación. Y en plena pretemporada para su temporada inicial, sufrió la rotura parcial del menisco lateral derecho.
La lesión puede demandar hasta cuatro meses de recuperación. Esos plazos se cumplieron cuando volvió a jugar en enero (se perdió los primeros 44 encuentros), pero lo hizo con un estricto control por parte de los médicos. No más de tres minutos por cuarto. Un total de 12 minutos por partido. Una verdadera decepción para el jugador y para los fanáticos que están deseosos de ver a la futura mega figura de la competencia.
En febrero empezaron a liberar un poco más su participación. Empezó a jugar un promedio de 30 minutos por partido y cuando parecía que se iba a ver lo mejor. llegó la pandemia. Lo negativo fue que perdió ritmo de juego. Lo positivo, que sumó otros cinco meses extra para recuperarse de su lesión y volver mejor físicamente.
Se espera demasiado de él y lo que se ve cuando está sobre el parquet es realmente impresionante. Pero llega en dosis reducidas e insuficientes. “La restricción de minutos es un infierno para mí -dice Zion-. Cuando empiezo a transpirar escucho la bocina y sé que tengo que volver al banco. Lo tengo que aceptar, pero no deja de ser frustrante. Soy un competidor y me gusta estar el máximo tiempo que pueda en la cancha, así que cuando tengo que salir me molesta, por supuesto”. Y lo hace saber cada vez que sale, meneando la cabeza y con un rostro de enojo que no disimula ni por un instante.
Los médicos dicen que si su rodilla pierde una porción de ese menisco que se desgarró, puede sufrir cambios degenerativos y artritis. El sobrepeso, por supuesto, puede ser un problema. Pero si se alineara desde lo físico, algunos creen que podría perder esa potencia que lo hace tan dominante debajo del aro. Como sea, la situación es muy traumática.