Cuando comenzó la pandemia, el director artístico Michel Hausmann ideó una forma de hacer teatro que no consistiera en meter al público en un edificio. Nueve meses después se estrenó en Miami Beach 7 pecados capitales, al aire libre y con las tiendas vacías como escenario.
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La obra habla de 2020 en su temática y en su ejecución: está montada en tiendas cerradas por la crisis económica que la pandemia trajo consigo.
Consiste en siete piezas de 10 minutos, cada una sobre un pecado capital: soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza.
Y es pandémicamente correcta: el público se sienta en la calle, bajo el clima de Miami que es amable en diciembre, en grupos de 12 personas que miran las piezas por las vitrinas de los negocios y las escuchan a través de audífonos conectados a un transmisor en las sillas.
“El mundo del teatro está viviendo una disrupción muy importante este año”, dice Hausmann a la AFP. “Porque hacer teatro de la manera convencional es una sentencia de muerte”.
Está tomando un expreso en un café al aire libre frente al Teatro Colony, un edificio de los años 1930 que es emblema del Art Decó de Miami Beach.
Hausmann, de 39 años, es el director artístico y cofundador del Miami New Drama, una compañía teatral sin fines de lucro que tiene el Colony como casa, en el bulevar peatonal de Lincoln Road.
“La pregunta nuestra era: ¿qué hacemos nosotros, cuál es nuestro negocio? ¿Es el negocio de llenar edificios con personas? ¿O el negocio de contar cuentos en vivo?”, se pregunta.
Claramente, “contar cuentos” es la respuesta. “Entonces”, dice, “ese cambio de paradigma es el que nos ayuda a imaginarnos soluciones”.
El hogar es el exilio durante la pandemia
Las obras cuentan historias diversas: entre ellas, la estatua de un político esclavista que vuelve a la vida, una profesora afroamericana acusada de apropiación cultural, una pareja atrapada por el virus, un expresidente que busca “golosamente” volver al poder, una persona que monologa sobre la pandemia en un arrebato de ira…
“La casa ya no se siente como casa. Es un lugar de exilio en pandemia”, dice esta última pieza, de Orlandersmith. “Es el lugar del confinamiento. Una prisión. No importa si es grande, pequeña, mediana. Es una prisión”.
Su intérprete, Carmen Peláez -quien además escribe el libreto sobre la soberbia- cuenta a la AFP que el público reacciona emocionado al retorno del arte y teatro en vivo, porque es lo que “nos mantiene conectados a nuestra humanidad, en comunión uno con el otro”.
Y la pandemia “nos ha hecho recordar a todos lo frágiles que somos y lo tanto que nos necesitamos”, dice la actriz y dramaturga de 49 años acerca de la dinámica que se vive en el teatro.
Como para darle la razón, un joven del público se acercó a la vitrina donde Peláez acababa de recitar su airado monólogo. Y pegó un papel en el vidrio, para que ella lo leyera, con el mensaje: “Gracias”.