23 de noviembre de 2024 6:12 PM

Trump estalla ante las comparaciones con Nixon

 En sus últimos días en el cargo, el presidente Donald Trump ha visto cómo las partes del trabajo que amaba eran reemplazadas por frías advertencias legales, forzados discursos en video y un círculo cada vez menor de maltratados asesores, todos preguntándose ansiosamente cómo será la vida después del mediodía del 20 de enero.

Sur Florida/CNN

Atrás quedaron los flashes de las cámaras. El rugido de las multitudes está ausente. En lugar de una semana final al mando llena de victorias, el presidente está desempeñando el papel de víctima y no el de un líder cortés que abandona el cargo.

Trump ha sido consumido por el desmoronamiento de su presidencia durante sus últimos días en el cargo, según personas a su alrededor, lo que incluyó una reciente discusión informal entre asesores sobre una posible renuncia.

Trump acalló la idea casi de inmediato. Y dejó claro a sus asesores en conversaciones separadas que la mera mención del presidente Richard Nixon, el último presidente en dimitir, estaba prohibida.

Le dijo a un asesor durante una reciente conversación cargada de improperios que nunca volviera a mencionar al expresidente. Esta semana, durante la fugaz mención sobre renunciar, Trump le dijo a la gente que, de todos modos, no podía contar con el vicepresidente Mike Pence para que lo perdonara, como Gerald Ford hizo con Nixon.

Ansioso por una prueba final de la pompa relacionada con ser presidente, Trump ha pedido tener una importante despedida el día de la toma de posesión la próxima semana, según personas familiarizadas con el asunto, antes de un último vuelo presidencial a Palm Beach.

Pero las señales de su inminente partida están en todas partes, incluso justo afuera de su ventana. El jueves, trabajadores colgaron banderines que decían «Inauguración de Biden-Harris 2021» en puestos temporales frente al pórtico norte de la Casa Blanca. Eran visibles desde su residencia del tercer piso.

Dentro del edificio, Trump ha estado soportando un segundo juicio político y un creciente aislamiento por parte de sus antiguos aliados en una sombría desolación. Cada vez se preocupa más por las calamidades legales o financieras que le puedan esperar cuando deje de ser presidente, dijeron personas que hablaron con él, alimentadas por advertencias de abogados y asesores. Se encuentra sopesando indultos, incluso para él y su familia, mientras intenta reunir un equipo legal para otro juicio político. Y está resentido con los republicanos, pues siente que lo abandonaron en sus horas difíciles, incluidos los líderes republicanos de la Cámara de Representantes y el Senado.

Sus asesores le han suplicado que pronuncie algún tipo de discurso de despedida, ya sea en vivo o grabado, que refleje sus logros en el cargo. Pero ha parecido desinteresado y evasivo. El jueves, fue Pence quien llevó a cabo tareas que normalmente se le dejaban a un presidente, como visitar a los guardias nacionales apostados en el Capitolio de Estados Unidos o visitar a los operadores de la Casa Blanca para despedirse.

Cerrando la tienda

Con menos de una semana restante en el cargo, el personal de Trump se está preparando para dejar la Casa Blanca por última vez. Muchos funcionarios ya se han ido, pero los que todavía van a la oficina se han centrado en el proceso de baja y en empacar sus cosas. El jueves hubo señales de actividad en movimiento, incluida una camioneta gris de la empresa de mudanzas Crozier. Debbie Meadows, la esposa del secretario de la Casa Blanca, fue vista sacando un faisán disecado de la oficina de su esposo y cargándolo en su auto.

La oficina de prensa del piso superior de la Casa Blanca ahora está prácticamente vacía. Los escritorios donde solían sentarse los asesores fuera de la oficina del secretario de prensa ahora están vacíos, con la excepción de cajas y pilas de documentos. La secretaria de prensa Kayleigh McEnany, quien ha sido parcialmente invisible durante los últimos días de la Casa Blanca de Trump, también ha comenzado a empacar sus cosas.

Uno de los funcionarios del gabinete de Trump, el secretario de Comercio Wilbur Ross, apareció en la televisión desde Palm Beach. Otro funcionario, el director del Consejo Económico Nacional, Larry Kudlow, fue aplaudido por asesores de menor nivel al salir del edificio.

Como uno de sus actos finales, el equipo de Trump trabaja en organizar una multitud para despedirlo en la mañana de la toma de posesión de Biden, cuando planea partir de Washington mientras aún es presidente y espera una despedida importante. A pesar de que algunos de sus aliados lo habían alentado a asistir a la toma de posesión de Biden, y Trump preguntó a su círculo si debería hacerlo, pocos esperaban que participara en la juramentación de su sucesor.

Trump le dijo a la gente que no le gustaba la idea de partir de Washington por última vez como expresidente, volando en un avión que ya no sería el Air Force One. Tampoco le gustaba particularmente la idea de solicitar el uso del avión a Biden, según una persona familiarizada con el asunto.

Por ahora, Trump está indeciso sobre si le escribirá una carta a Biden para dejarla en el escritorio de la Oficina Oval. Algunos de sus asesores le han animado a pensar en continuar con la tradición. Al principio de su presidencia, a Trump le gustaba mostrar a los visitantes la carta que recibió del presidente Barack Obama, que incluía la línea ahora profética: «Independientemente del empuje y atracción de la política diaria, depende de nosotros dejar esos instrumentos de nuestra democracia al menos tan fuertes como los encontramos».

Inicialmente, Trump había planeado salir de la Casa Blanca un día antes. Pero ahora planea partir en la mañana del 20 de enero. Su salida a bordo del Marine One desde el jardín sur de la Casa Blanca probablemente será vista y escuchada por los Biden, quienes pasarán la noche antes de la inauguración en la la mansión ejecutiva Blair House, al otro lado de la avenida Pennsylvania. Su uso se lo ofreció el Departamento de Estado en lugar de los Trump, que se niegan a ponerse en contacto con el presidente y la primera dama entrantes.

Los planes finales para la salida de Trump todavía se estaban definiendo a una semana de la fecha, pero Trump ha expresado interés en una despedida de estilo militar y una multitud de partidarios, según una persona con quien ha discutido el asunto. No estaba claro si eso ocurrirá en la Casa Blanca, en la Base Aérea Andrews o en su destino final, el Aeropuerto Internacional de Palm Beach. Se espera que Trump se instale en su club Mar-a-Lago o en su campo de golf cercano al mediodía del Día de la Inauguración, cuando finaliza oficialmente su mandato.

Tener al presidente saliente a 1.600 kilómetros de distancia del entrante presenta algunos desafíos logísticos. Por ejemplo, la entrega del maletín nuclear, que acompaña al presidente a donde quiera que va en caso de un ataque nuclear, no será tan simple como lo sería si los dos hombres estuvieran cerca el uno del otro.

Una persona familiarizada con el asunto dijo que la Oficina Militar de la Casa Blanca se asegurará de que haya varios maletines nucleares: uno que acompañe a Trump a Florida y otro que estará listo en Washington para cuando Biden se convierta oficialmente en presidente. Los códigos nucleares que Trump lleva en una tarjeta junto al maletín, conocidos como la «galleta», ya no funcionarían después del mediodía

Problemas legales y financieros

Aunque Trump, en privado, todavía sostiene que ganó las elecciones de 2020, se ha resignado por completo a dejar la Casa Blanca y volver a la vida de ciudadano privado, y con ello a la posible exposición legal y problemas comerciales provocadas por su papel en la incitación de los disturbios de la semana pasada.

La primera orden del día será su segundo juicio político, que comenzará después de que Biden preste juramento. Trump todavía está reclutando abogados para que lo representen durante los procedimientos, y parece estar resentido con Rudy Giuliani, cuyos honorarios legales ha ordenado a los asesores que no paguen. Recientemente, un grupo de asociados de Trump había intentado disuadir al presidente de escuchar a Giuliani porque creían que le estaba proporcionando información errónea.

En cambio, Trump está buscando un nuevo grupo de abogados, incluido potencialmente John Eastman, el abogado conservador que le dijo falsamente a Trump que Pence podría bloquear la certificación de la victoria de Biden. Una persona familiarizada con el asunto dijo que Eastman podría unirse al equipo legal de Trump para defenderlo en el próximo juicio político.

Los asesores principales de Trump en la Casa Blanca han dicho que no creen que el líder de la mayoría del Senado, Mitch McConnell, vote para condenarlo, pero está feliz de dejar que la opción se le pase por la cabeza durante sus últimos días en la Casa Blanca, dada su profunda ira hacia el presidente.

Según quienes lo rodean, Trump se ha centrado más en los posibles problemas legales posteriores a la presidencia desde mucho antes de las elecciones de noviembre, y su preocupación ha aumentado en los meses posteriores, dijeron personas familiarizadas con el asunto.

Sin embargo, también ha estado atacando a los asesores, aliados y abogados que intentan protegerlo de la exposición criminal después de incitar a los agitadores durante el intento de insurrección de la semana pasada en el Capitolio de Estados Unidos. Algunos de sus abogados han tratado de explicar que su noción de autoindulto puede no sostenerse, lo que ha llevado a algunos dentro del círculo de Trump a creer que es menos probable que lo intente antes de dejar el cargo.

Esas preocupaciones son en parte las que ayudaron a convencer a Trump de grabar un video el miércoles para condenar los disturbios e insistir en que no reflejaban su movimiento político.

«Ningún verdadero partidario mío podría jamás respaldar la violencia política. Ningún verdadero partidario mío jamás podría faltarle el respeto a las fuerzas del orden público o a nuestra gran bandera estadounidense», dijo en la Oficina Oval.

Trump parecía reacio a grabar el video, en parte porque cree que las minuciosas denuncias de sus partidarios le hacen parecer que está cediendo a la presión para bajar el tono de su postura sobre las elecciones

Una fuente familiarizada con las conversaciones dijo que hubo una presión coordinada por parte de aliados y asistentes, incluido el senador Lindsey Graham, el secretario de la Casa Blanca Mark Meadows y el asesor principal Jared Kushner para convencer al presidente de que tenía que ser enérgico ante la posibilidad de más violencia y que si no lo hacía, y sucedía otro incidente, sería su responsabilidad.

«El silencio no es una opción», dijo la fuente al describir una de las conversaciones. «Necesitamos romper el ciclo».

Después de un video improvisado el día del intento de insurrección, las apariciones posteriores de Trump han sido redactadas de manera más estricta, con una fuerte participación de la oficina del abogado de la Casa Blanca sobre el texto. Trump los ha leído de los teleprompters establecidos por la Agencia de Comunicaciones de la Casa Blanca mientras los altos funcionarios observan, asegurándose de que no se desvíe de las palabras tal como están escritas.

Si bien Trump se ha preocupado durante mucho tiempo por sus posibles problemas legales, solo recientemente ha sopesado con ansiedad las posibles desventajas comerciales de su mandato divisivo. La decisión de la PGA esta semana de despojar a su campo de golf de Bedminster, Nueva Jersey, de un torneo de campeonato enfureció al presidente.

Otra discusión que podría verse obstaculizada por las consecuencias de los disturbios es su biblioteca presidencial. Antes del discurso agitador de Trump, se había hablado de asegurar una propiedad en Florida y que Dan Scavino, su ayudante de toda la vida, la dirigiera. Pero ahora hay dudas sobre quién donaría a la biblioteca de Trump en el clima actual.

Para un hombre muy en sintonía con el tipo de pompa que cree que afirma su posición elevada en la vida, la eliminación abrupta del honor de la PGA fue un golpe no solo para sus resultados, sino también para su ego. Y proporcionó un presagio desagradable de la vida que podría llevar una vez que deje el cargo, sin la fanfarria que acompañó a todos sus movimientos como presidente.

Esta semana le ha proporcionado una especie de anticipo. Ha permanecido a puerta cerrada la mayoría de los días, sin cámaras que documenten sus movimientos y sin audiencias que lo aplauden mientras avanza en su día. El círculo de ayudantes obsequiosos que lo han rodeado durante la mayor parte de su mandato se está reduciendo, reemplazado por solo unos pocos, como Scavino y el jefe de personal Johnny McEntee, que permanecerán con él hasta que abandone la Casa Blanca.

El presidente ha estado discutiendo en las últimas semanas sus teorías de conspiración electoral con su exestratega jefe Steve Bannon, quien enfrenta cargos federales de fraude, confirmó un alto asesor de Trump, mientras rechaza a los asesores que le dicen lo que no quiere escuchar.

Los eventos que normalmente estarían abiertos a la prensa, como las ceremonias de entrega de la Medalla de la Libertad y la Medalla Nacional de las Artes, se han limitado a cámaras gubernamentales.

Según un funcionario, a los asesores les preocupaba que Trump pudiera responder improvisadamente a una pregunta sobre los disturbios y desviarse de los comentarios cuidadosamente redactados que condenaban las acciones. Determinaron que era mejor limitar las oportunidades de Trump ante los medios.

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