Miami ha celebrado dos campeonatos de la Serie Mundial en los últimos 15 años. Pero el equipo de béisbol en el sur de la Florida nunca ha dejado de ser un actor secundario en su escena deportiva.
Los Dolphins de Miami, la franquicia de la NFL, es el equipo que seduce a las masas, sin importar que su último título de Súper Bowl se atrapó en 1974.
Inclusive en sus mejores campañas, los Marlins disputaron sus juegos con tribunas semivacías en un estadio que le alquilaban a los Dolphins.
Al mando de un irreverente manager venezolano, un dinámico torpedero y primer bate dominicano y un prometedor toletero que se acaba de cambiar el nombre, los Marlins de Miami —ya no de Florida— esperan cambiar su rumbo a partir de esta semana.
El banderazo de salida de la campaña regular de las Grandes Ligas en el hemisferio occidental, luego de dos juegos en Japón la semana pasada, se dará el miércoles en el nuevo estadio de los Marlins situado en la Pequeña Habana.
Los Marlins enfrentarán a los Cardenales de San Luis, los vigentes campeones de la Serie Mundial, en un parque de pelota con capacidad para algo más de 36.000 aficionados, que cuenta con techo corredizo, una sala de fiestas y dos acuarios. Y por supuesto, la sicódelica escultura con gaviotas que se encenderá detrás del jardín central cuando se conecten jonrones.
Este es el equipo en boga del momento, sujeto de un artículo a fondo en la revista The New Yorker y de un documental tipo “reality” que se transmitirá por Showtime.
Criticados en el pasado por gastar cifras ínfimas, los Marlins estuvieron entre los clubes más activos durante el último receso de invierno en cuanto a adquirir refuerzos.
La inversión totalizó 191 millones de dólares para seducir a tres agentes libres: el dominicano José Reyes (el campocorto que viene de ganar el título de bateo de la Liga Nacional); el abridor zurdo Mark Buehrle (161 victorias en 12 años de trayectoria); y el cerrador Heath Bell (promedia 44 rescates en las tres recientes campañas). También obtuvieron mediante un canje al díscolo lanzador venezolano Carlos Zambrano.
“Es como si de repente te ganaste la lotería y con el dinero te compraste un nuevo estadio”, dijo el piloto Ozzie Guillén.
Miami cuenta, además, con piezas del equipo que el año pasado finalizó en el último lugar de la división Este de la Liga Nacional con marca de 72-90. Josh Johnson tiene la calidad para ser un futuro Cy Young y Hanley Ramírez —si vuelve el nivel de hace dos años— podría ser un jugador más valioso.
Y falta Giancarlo (ex Mike) Stanton, quien en apenas dos temporadas acumula 56 jonrones, muchos descomunales.
Guillén será el responsable de sacarlos adelante.
Cuando fue dirigente de los Medias Blancas, el venezolano llegó a decir que los equipos no dependen de lo que hagan sus entrenadores. Fue una alusión a Phil Jackson, el multicampeón técnico con los Bulls y Lakers, por tener en sus equipos a astros como Michael Jordan y Kobe Bryant.
“Ojalá con el talento que hemos reunido vamos a ganar en 2012. Esperamos no defraudar a nadie”, declaró Guillén durante un acto reciente de promoción con fanáticos.
Pero la personalidad fuerte y facilidad para decir las cosas sin tapujos hacen de Guillén la clase de manager capacitado para responder a las expectativas.
“Es una buena persona”, dijo Ramírez, quien en el pasado fue protagonista de roces con otros dirigentes. “Lo único que debes demostrarle es que sales a jugar fuerte todos los días. No importa si te vas de 4-0, para él lo único que importante es si jugaste con todo”.
El proyecto de los Marlins luce en estos momentos a la perfección. Se esperan llenos completos esta temporada, pero saben que para el éxito continuado se necesitan victorias y en amplia cantidad.
Un estadio nuevo, con todas sus atracciones, no asegura asistencia masiva si el equipo no rinde, lo cual se ha comprobado claramente durante estas dos últimas dos décadas de parques modernos.
El estadio de Filadelfia (abierto en 2004) siempre está lleno y no es ninguna casualidad debido a que los Filis han sido los campeones del Este desde 2007. En contra vía, las concurrencias paupérrimas son habituales en Pittsburgh (2001) que va para dos décadas sin completar una temporada con récord positivo.
Si la apuesta de Miami no acierta como lo ha concebido su dueño Jeffrey Loria, fácilmente se podría dar una nueva estampida de talento que podría darle un golpe mortal al béisbol en Miami.
En otros frentes, los Cardenales perdieron a su astro Albert Pujols y el mánager Tony La Russa decidió retirarse. Pero en San Luis creen que hicieron bien en no haber gastado los 240 millones por 10 años que los Angelinos de Los Angeles desembolsaron por el primera base dominicano.
San Luis se proclamó campeón de la Serie Mundial tras clasificarse como wild card, la quinta franquicia desde que se introdujo en 1994. Este año, el formato de postemporada cambia al incluir dos comodines por liga, en lugar de uno, para dejar en 10 el número de participantes. Avanzarán los tres ganadores de las divisiones en cada liga, acompañados por los dos equipos con mejor récord de cada liga. Los wild cards se medirán en un playoff a vida o muerte.
Pujols se trasladó a un estadio situado cerca de Disneylandia en el esfuerzo de los Angelinos por poner fin a dos años de reinado de los Rangers de Texas en el Oeste de la Americana.
Pero Texas, que perdió la Serie Mundial por segunda ocasión consecutiva y sin poder jalar el gatillo cuando estuvo dos veces a un strike de la victoria, no se quedó de brazos cruzados y pagó más de 100 millones para importar al as japonés Yu Darvish.
Los Tigres de Detroit, luego de sucumbir ante Texas en la serie de campeonato, son amplios favoritos para llevarse el cetro de la Central con la adición de Prince Fielder a una alineación que ya incluía a Miguel Cabrera y con Justin Verlander (dos veces Cy Young y más valioso) en la rotación.
A diferencia de años anteriores, los Yanquis y Medias Rojas —potencias del Este de la Americana— no acapararon titulares en cuanto a contrataciones, pero eso no significa que han perdido fuerza. También se mantienen como los equipos más caros, con nóminas que entre los dos alcanzan los 380 millones. (AP)