Manifestantes afganos desafiaron al Talibán el jueves al ondear su bandera nacional en marchas dispersas a las cuales los milicianos, que enfrentan retos crecientes a su régimen, respondieron con violencia.
Sur Florida / AP
Un funcionario de la ONU advirtió sobre la escasez de alimentos en esta nación de 38 millones de habitantes que depende de las importaciones, y expertos dijeron que el país padece una grave falta de dinero, destacando que el Talibán enfrenta los mismos problemas que el gobierno civil al que acaba de derrocar, pero sin el nivel de ayuda internacional del que gozaba éste.
Frente a estos retos, los milicianos se han lanzado a reprimir cualquier muestra de disenso, a pesar de sus promesas de que se han vuelto más moderados desde su anterior régimen draconiano. Muchos temen que el Talibán logre eliminar dos décadas de esfuerzos para ampliar los derechos humanos y de las mujeres.
El jueves, una procesión de autos y personas cerca del aeropuerto de Kabul portaba largas cintas negras, rojas y verdes, los colores de la bandera afgana, que se está convirtiendo en un símbolo de resistencia a la bandera de los milicianos, blanca con una inscripción negra en árabe. En otra protesta en la provincia de Nangarhar, un video muestra a un manifestante sangrando de una herida de bala mientras varios observadores tratan de llevárselo.
En la provincia de Khost, las nuevas autoridades declararon un toque de queda de 24 horas después de dispersar violentamente otra protesta, según información obtenida por periodistas que siguen la situación desde el exterior. Los milicianos no confirmaron de inmediato la manifestación ni el toque de queda.
También hubo marchas en la provincia de Kunar, de acuerdo con testigos y videos en redes sociales que coinciden con lo observado por The Associated Press.
Las manifestaciones, en el Día de la Independencia que recuerda el tratado de 1919 que puso fin al dominio colonial británico, fueron una muestra notable de resistencia después que los milicianos dispersaron violentamente una marcha el miércoles. En ese acto en la ciudad oriental de Jalalabad, los manifestantes arriaron la bandera del Talibán e izaron la tricolor afgana. Al menos una persona murió en la represión.
Mientras tanto, personalidades opositoras reunidas en la última zona del país no controlada por el Talibán hablaron de iniciar la resistencia armada bajo la bandera de la Alianza del Norte, aliada de Estados Unidos en la invasión de 2001.
Entre estas personalidades se encontraban miembros del gobierno derrocado —el vicepresidente Amrullah Saleh, quien declaró por Twitter que es el presidente legítimo del país, y el ministro de Defensa, el general Bismillah Mohammadi— así como Ahmad Massoud, hijo del jefe asesinado de la Alianza del Norte, Ahmad Shah Massoud.
En un texto de opinión publicado por The Washington Post, Massoud pidió armas y ayuda para luchar contra el Talibán.
“Hoy escribo desde el valle de Panjshir, listo para seguir los pasos de mi padre, con combatientes muyaidines que están preparados para enfrentarse de nuevo a los talibanes”, se lee en el texto. “El Talibán no es un problema exclusivo del pueblo afgano. Bajo el control de los talibanes, Afganistán se convertirá sin duda en la zona cero del terrorismo islamista radical: aquí se volverán a urdir conspiraciones contra las democracias”.
No estaba claro si representaban una verdadera amenaza para los milicianos, que ocuparon casi todo el país en pocos días con escasa resistencia de las fuerzas afganas.
Por el momento, el Talibán no ha revelado sus planes para el gobierno que tiene previsto encabezar más allá de decir que se regirá por la sharia, o ley islámica. Pero la presión sigue aumentando.
“Afortunadamente, hoy celebramos el aniversario de la independencia de Gran Bretaña”, dijo el Talibán. “Al mismo tiempo, como resultado de nuestra resistencia yihadista, forzamos a otra arrogante potencia mundial, Estados Unidos, a ceder y retirarse de nuestro territorio sagrado de Afganistán”.
Aunque han instado a la población a regresar al trabajo, la mayoría de los funcionarios gubernamentales siguen escondidos en sus casas o tratando de huir del Talibán. Por otra parte, persisten las dudas sobre los 9.000 millones de dólares del país en divisas, que en su mayoría estarían congelados en Estados Unidos. El Banco Central advirtió que la cantidad de dólares en efectivo en el país está “cerca de cero”, lo que hará que la inflación aumente los precios de los alimentos básicos mientras que devalúa la moneda local, el afgani.
Por otra parte, una sequía ha echado a perder más del 40% de los cultivos del país, señaló McGroarty. Muchos escaparon del avance talibán y viven ahora en parques y espacios al aire libre en la capital, Kabul.
“Este es realmente el momento de mayor necesidad de Afganistán e instamos a la comunidad internacional a apoyar al pueblo afgano en este momento”, agregó.
Mahdi Ali, propietario de una tienda de comestibles en el oeste de Kabul, dijo que aunque algunos mercados y tiendas comenzaron a abrir, sigue habiendo desafíos.
“Hoy compré todo lo que pude a empresas locales que traen víveres en auto”, dijo. Mientras, vio como combatientes talibanes incautaban autos gubernamentales y levantaban controles para registrar vehículos. Los insurgentes también han cateado su tienda en varias ocasiones.
Dos de los principales cruces fronterizos con Pakistán, Torkham —cerca de Jalalabad— y Chaman —cerca de Spin Boldak— están ahora abiertos al comercio, señaló el ministro paquistaní de Interior, jeque Rashid Ahmed. Pero los comerciantes siguen temiendo la inseguridad en las carreteras, la confusión por los aranceles aduaneros y la presión para elevar aún más el precio dadas las condiciones económicas.