La capital gala no sería igual sin el Sena. Caudal de agua apacible que indujo a los parisios establecerse allí hace más de dos mil años y a los parisinos construir la ciudad que ostentan hoy. Río que provoca navegarlo para percibir desde su perspectiva la elegancia de las grandes fachadas que lo rodea y el andar de la gente que se acerca a la orilla surcada por grandes muros. Lugar a donde acuden los enamorados, los mayores a tomar el sol o lo niños a correr de un lado al otro.
Las edificaciones se agolpan a un lado y el otro del río. Palacios, plazas y puentes parecen inclinarse sobre las mansas aguas al paso de las embarcaciones. Luego, al caer la noche, cuando la Luna ocupa el lugar del Sol, la ciudad se viste de luces y brota otra imagen tan hermosa como la anterior.
Viajar por el Sena
Hay embarcaciones menores con servicio privado, restaurantes flotantes y barcos para cien pasajeros con cafetería abordo. Sin embargo, el más económico es precisamente el barco para cien pasajeros. Por once, doce o trece euros, unos quince o dieciséis dólares al cambio actual, puedes recorrer el río en ambas direcciones o incluso apearte y subir en cualquiera de las paradas habilitadas. Los pasajeros más pequeños, entre 4 y 12 años, pagan la mitad del precio.
Las suma de puentes que enlazan un lado y el otro del Sena supera los treinta. Muchos de ellos situados en el sector más concurrido de la ciudad. Comenzamos con el Mirabeau, de color verde y construido en 1893, que luce unos duendes que parecen sostener los cimientos. Luego está el Grenelle, mucho más moderno, donde París recuerda el regalo de la Estatua de la Libertad a los estadounidenses con una réplica menor.
Está el puente D’Iena (1808) que enlaza la plaza de Trocadero con sus jardines, la torre Eiffel, el Champ de Mars y la Escuela Militar. Un impresionante conjunto urbano que hace lucir aún más empinada a la esbelta armazón de hierro diseñada por Gustave Eiffel en 1889. Hoy símbolo por excelencia de la capital gala a donde los turistas acuden por miles.
Luego está De l’Alma (1970), que reemplazó a otro construido por iniciativa de Napoleón I el siglo antepasado, donde descansa una reproducción de la llama de la antorcha que porta la Estatua de la Libertad en Nueva York.
El puente más impresionante, por ser precisamente el más elegante, es Le pont Alexandre III (1897). Una fastuosa pasarela engalanada por ninfas, ángeles, farolas, guirnaldas y símbolos heroicos que parecen colgar sobre el río y sirve de enlace para llegar a Des Invalides. Una gran explanada con jardines que alberga un antiguo hospital y el templo católico con esmerada cúpula que guarda los restos de Napoleón Bonaparte.
Está el puente De la Concorde (1725) que desemboca precisamente en la inmensa plaza que fuera foro del rey Luis XVI y más tarde escenario del patíbulo de María Antonieta. El peculiar puente, uno de los más transitados, ostenta uno de los paisajes parisinos más espectaculares. De un lado está el Palacio de Bourbón que alberga el congreso nacional y del otro la inmensa plaza rediseñada en perfecta armonía renacentista que luce a la iglesia de La Magdalena como punto central. Un impresionante templo católico con pórtico griego y dieciséis columnas corintias que rinde tributo a la arquitectura helénica.
Al llegar al Puente Royal, construido en 1685 por el célebre Rey Sol, Luis XIV, notamos la presencia del Museo del Louvre. Una voluptuosa edificación renacentista que parece crecer ante la mirada atónita de los viajeros. Lugar preciso donde se encuentran el Pont du Caroussel construido en 1935 y La passerelle des Arts en 1804, aunque reconstruido hace apenas 28 años. Dos puentes anuncian la cercanía a la Catedral Notre Dame.
De hecho, la embarcación suaviza el paso antes de llegar a Ile de la Cite. El trozo de tierra que parece flotar sobre el río y donde el primer asentamiento parisino tuvo lugar. El islote donde se aprecia la siempre emblemática catedral gótica. El gran templo católico cuya edificación comenzó en el año 1163 y tomó más de 170 años de construcción en medio de la penuria del Medioevo. Una de las primeras manifestaciones del antiguo estilo arquitectónico, aunque sus dos torres frontales no fueron rematadas con la característica línea apuntada.
Bordeamos el singular islote y el flanco posterior de la Basílica para divisar el conjunto homogéneo de muros, arcos y contrafuertes que sostiene a los grandes vitrales. Una inolvidable imagen que luego recordamos resplandeciente sobre el agua del gran Sena.
Consejos para gastar menos
París es una de las ciudades más caras del mundo. Sobre todo ahora que el dólar estadounidense rinde menos frente a la moneda europea. No obstante, puedes aplicar algunos consejos para contrarrestar el efecto negativo de la moneda.
Si solamente buscas un buen lugar céntrico donde descansar, el portal cibernético Hostels.com es la mejor opción. Un impresionante proveedor de pequeños hoteles y hostales por todo el mundo que te ahorrará dinero. Hay habitaciones compartidas o individuales a precios prácticamente risibles, si lo comparamos con las altas tarifas de un hotel 3, 4 ó 5 estrellas. Por ejemplo, el Absolute Paris, a dos cuadras del Metro y dieciséis de Notre-Dame, ofrece una habitación doble por 60 dólares al día.
Nunca preguntes en la recepción del hotel dónde comer porque la mayoría de los encargados suelen recibir remuneración. Mejor trata de conversar con alguien del pueblo y pregúntale. La gente de a pie, la que atiende tu habitación o acude a plazas y bares, saben dónde comer por menos.
De cualquier manera, elude los restaurantes en la zona Les Champs-Élysées, Notre-Dame y Concorde en París frecuentados por turistas. Evita cambiar dinero. Ten a mano la tarjeta de crédito o ATM que puedes usar en el país galo sin problema alguno. Así obtendrás la mejor tarifa internacional y no pagarás comisión por el cambio.
Consulta el portal cibernético Parisinfo.com para obtener información detallada sobre ofertas, excursiones y descuentos que ayudan al ahorro.
(Jesús Hernández, Diario de las Américas)