El desalojo del último edificio de okupas en Berlín se ha saldado con un fin de semana de violencia y destrozos en la capital alemana. Docenas de policías heridos, coches quemados, cristales de escaparates rotos y marquesinas de paradas de autobús derribadas son algunos de los detalles del balance de daños que deja la operación para restituir la propiedad de la casa en la calle Liebig 34, convertida en un foco delictivo de extrema izquierda y del que fueron sacadas a la fuerza 57 personas pertenecientes a la comuna que se hace llamar «Proyecto de vivienda anarco-feminista ajeno a la estructura patriarcal» y que se negaron a abandonar el inmueble por su propio pie. Todas ellas fueron detenidas y serán acusadas de allanamiento. «Si nos quitáis el edificio arrasaremos la ciudad», gritaban los manifestantes que protestaban contra la evacuación en céntricas calles de Berlín, minutos antes de que estallase la violencia.
Sur Florida/ABC
Durante la noche del viernes al sábado, varias unidades antidisturbios se fueron trasladando de Berlín-Mitte al distrito de Prenzlauer Berg, donde continuó la violencia callejera tras ser disueltos los grupos en torno al edificio desalojado. Cerca del Hackescher Markt, un grupo de casi 20 alborotadores se separó de la manifestación de protesta, en la que participaban unas mil personas, y destruyó deliberadamente escaparates y vidrieras de automóviles en una conocida zona de vida nocturna de la ciudad, en la que siguieron además incendiando automóviles aparcados en la calle. «Estábamos sentados en una terraza tomando algo, pero decidimos marcharnos cuando vimos que en la manifestación que se acercaba nadie llevaba mascarilla ni guardaba la distancia de seguridad», explica un testigo, «cuando la policía pidió a través de un megáfono que se cumplieran las normas para protección del coronavirus, un grupo empezó a romper mesas y sillas. Nos estábamos levantando en ese momento y sentimos mucho miedo».
A lo largo de la noche se han producido repetidos enfrentamientos entre la policía y los manifestantes, que se servían de fuegos artificiales como armas con las que disparaban a los agentes, además de piedras, botellas y adoquines. Los testigos afirman haber visto docenas de detenciones, pero la policía no ha informado sobre el número de detenidos. Aunque la mayor parte de los efectivos policiales desplegados desde el jueves han sido ya retirados, durante la jornada del sábado permanecerán todavía de servicio alrededor de 1900 agentes, según ha informado la Policía en Twitter, porque se esperan todavía desórdenes. Además de los alrededores del edificio evacuado, sigue bajo vigilancia la estación de tren Frankfurter Allee en Friedrichshain, en la que fue incendiado un vagón de tranvía y se llevan a cabo todavía tareas de reparación y limpieza.
«No hemos podido dormir en toda la noche, como era previsible», relata un vecino, «muchos prefirieron irse a pasar fuera el fin de semana, que era lo que recomendaba la policía por seguridad, pero otros teníamos miedo de los saqueos y decidimos quedarnos». «Lo más impactante para mí es el estado en el que ha quedado el edificio. Yo lo conocí antes de la ocupación, era una buena casa, pero ahora está en estado de ruina. Es una verdadera pena». «Al menos todo ha terminado, la situación era de constante peligro y el barrio por fin va a vivir con algo más de tranquilidad», añade una tercera vecina.
Durante muchos, el número 34 de la calle Liebig ha sido el último símbolo del movimiento okupa berlinés y lugar de encuentro habitual de los grupos de izquierda radical. Tras tres décadas ocupado, será ahora devuelto a sus dueños, una inmobiliaria que compró la propiedad a la sociedad de herederos de los propietarios originales, la generación que no pudo recuperar la casa.