El último líder del ahora extinto grupo separatista vasco ETA regresó el lunes a un tribunal en París donde está siendo procesado por terrorismo, pese a que considera “absurdo” el proceso y afirma que fue él quien puso fin al conflicto que causó cientos de muertos y aterró a España durante medio siglo.
Miami Mundo/El Nuevo Herald
Josu Urrutikoetxea, alias “Josu Ternera”, fue cabecilla del grupo armado durante una de sus etapas más sangrientas, que incluyó un ataque con bomba en una estación policial de Zaragoza que mató a niños cuando dormían y en la cual hoy se erige un monumento en memoria a las víctimas.
En una inusual entrevista con The Associated Press tras estar 17 años prófugo, ofreció una disculpa, recomendó a otros grupos separatistas deponer las armas y se describió con un hombre cambiado totalmente.
Esa es una noción descabellada para quienes perdieron a seres queridos a causa de la violencia de ETA, que dejó unas 850 muertes y miles de heridos y opacó el debate político en el País Vasco y en toda España durante décadas. Sólo porque guio la disolución de ETA en el 2018 no borra su pasado, enfatizan las víctimas.
Un juez en el tribunal de apelaciones de París pospuso el lunes el primero de dos juicios, hasta febrero del año entrante, debido a que algunos testigos no pueden acudir debido a la pandemia.
Los investigadores antiterrorismo españoles califican Urrutikoetxea como un sanguinario promotor de violencia que accedió a negociar la paz sólo porque la policía le estaba estrechando el cerco y menguaba el apoyo a su causa.
Hoy de 69 años y desmejorado por el cáncer que ha padecido, Urrutikoetxea, quien enfrenta la posibilidad de pasar el resto de sus días tras las rejas, dice que lamenta el “daño irreparable” que causó ETA.
Aunque expresa arrepentimiento lo hace con reparos.
Al ser preguntado si le pediría perdón a los familiares de las víctimas, respondió: “Por supuesto, pediría perdón por algo que no podemos reparar”.
Pero enfatiza que el movimiento separatista vasco sufrió también, tanto de la violencia de la dictadura franquista y de los escuadrones ilegales de la policía española que en la década de 1980 torturaron y asesinaron a casi 30 miembros de la ETA y otros separatistas.
“El País Vasco estaba cayendo en un hoyo negro” de represión cultural “y teníamos que hacer todo lo posible para sacarlo de allí”, declaró Urrutikoetxea.
Algunas víctimas de ETA insisten en que las palabras no valen mucho y que lo importante es que Urrutikoetxea sea llevado a justicia.
“Yo no busco que Josu Ternera venga aquí por venganza, pero este señor intentó matar. Yo lo que quiero es que rinda cuentas a la justicia. Creo que es lícito. Creo que es un derecho que me ampara como ciudadana española”, afirmó Lucía Ruiz, quien tenía 10 años cuando resultó herido por la explosión de una bomba de ETA en Zaragoza en 1987.