La renovación parcial del Senado, el fin de semana pasado, ha confirmado que Emmanuel Macron no tiene enemigo político conocido, beneficiándose de la fragmentación de los centros y las derechas, el estancamiento minoritario de las izquierdas.
Sur Florida/ABC
El Senado francés es la Cámara que representa a las regiones, departamentos y municipios. Sus 348 escaños se renuevan parcialmente cada seis años, a través del voto indirecto: solo tienen derecho a voto 162.000 grandes electores, diputados, presidentes de regiones y departamentos, alcaldes y concejales. Solo ellos, entre ellos, eligen a sus representantes en el Senado, cuya renovación parcial, el fin de semana pasado, ha confirmado una estabilidad oceánica, que no modifica en nada los poderes nacionales.
Históricamente, las derechas tradicionales francesas son mayoritarias en el Senado desde hace varias décadas. Esa mayoría tiene una utilidad práctica modestísima: matizar proyectos de Ley, sin poder oponerse de manera frontal al ejecutivo, sin poder presentar proyectos propios.
La renovación parcial del fin de semana pasado ha confirmado y agravado esa situación. Centro y derechas tradicionales confirman la mayoría que ya tenían, entre 200 y 240 senadores. Pero son víctimas de su fragmentación: cuatro grupos parlamentarios, distintos, que no siempre se entienden entre ellos.
Fragmentación
La República En Marcha (LREM, el partido de Macron) no existía de manera significativa: no podía existir. Las elecciones al Senado han sido anteriores y posteriores a la creación del partido del presidente. Seguirá sin existir, con un microgrupo de una veintena de senadores.
Socialistas (65 senadores), comunistas e izquierdistas (15 senadores) y ecologistas (12 senadores) siguen instalados en el gueto minoritario donde ya estaban: sin entenderse entre ellos, sin fuerza para hacer o proponer nada.
Esos equilibrios y desequilibrios confirman la estabilidad fragmentada de la Francia profunda, la Francia de la administración municipal, departamental y regional, alérgica a los cambios, dividida en sus feudos locales.
Estabilidad finalmente muy favorable al presidente Macron, que tiene una mayoría prácticamente absoluta en la Asamblea Nacional (AN), donde su partido LREM no tiene rivales ni adversarios.
Esa soledad triunfante de Emmanuel Macron tienen un inconveniente de fondo: inexistentes o invisibles sus posibles adversarios, todas las críticas y toda la angustia social de fondo (pandemia, crisis económica) recaen sobre su persona, a la espera de acontecimientos políticos imprevisibles. Las elecciones presidenciales de la primavera del 2022 todavía están muy lejanas. Y la única rival que ha comenzado a correr es Marine Le Pen, caída de hinojos en la tela de araña de un rosario de crisis no solo familiares y amorosas.