22 de noviembre de 2024 1:49 PM

La mortandad de la hierba marina en la Bahía de Biscayne pudiera empeorar antes de mejorar

La Bahía de Biscayne debe gran parte de sus aguas turquesa y su fama de buen lugar para pescar a las extensas praderas marinas que antaño cubrían grandes franjas del fondo de la bahía. Pero las exuberantes hierbas que producen oxígeno y proporcionan un hábitat para la vida marina han ido muriendo a un ritmo alarmante porque la contaminación está convirtiendo parte del agua limpia de la bahía en una sopa turbia y sin vida llena de algas.

Sur Florida / Nuevo Herald

El declive de la hierba marina es más grave en el extremo norte de la bahía, que ha perdido hasta 90% de su cobertura en las últimas dos décadas, según datos del Condado Miami-Dade. Es el resultado de un vertido acumulado de agua repleta de nutrientes procedente de los canales que fluyen a través de las zonas más densamente pobladas del condado, lo que ha provocado una acumulación que los científicos temen que pueda llevar a la bahía a un punto de inflexión.

Se está produciendo una pérdida significativa en la cuenca poco profunda situada entre los viaductos Julia Tuttle y 79 Street, cerca de la zona donde el año pasado murieron miles de peces por falta de oxígeno. Incluso con tanta pérdida en el pasado, investigaciones recientes de la Universidad de Miami indican que el deterioro de las praderas marinas está empeorando.

La parte norte de la bahía, bordeada por Miami Beach y otras islas de barrera, sufre una menor circulación del agua y patrones de flujo, lo que significa que la contaminación y la cubierta de algas tienden a acumularse. También es la parte de la bahía que recibe el mayor volumen de agua sucia procedente de canales de drenaje como el Little River, el Biscayne Canal y el Snake Creek.

En la parte central de la bahía, una floración de una macroalga que comenzó tras las fuertes lluvias de los huracanes Katrina y Wilma en 2005 hizo que el agua se enturbiara tanto que casi 85% de las praderas marinas cercanas a las zonas costeras murieron. Una floración persistente de algas bloqueó la luz solar, esencial para el crecimiento de la hierba marina. Pero en esa cuenca —que recibe la influencia del canal de Coral Gables, Snapper Creek y Cutler Drain y se beneficia de una mejor circulación— los científicos del condado han empezado a notar algunas señales de recuperación.

Al igual que la parte central de la bahía la región sur también se vio afectada por las tormentas que aumentaron el volumen de agua vertida desde los canales, lo que provocó la proliferación de algas. En la Bahía de Manatee y Barnes Sound, 93% de las praderas marinas han desaparecido. En esa zona, la recuperación de las praderas marinas es mínima y el nivel de clorofila, un indicador de la proliferación de algas, sigue elevado. Y la contaminación empeorará a medida que aumente la urbanización en el sur de Miami-Dade, han advertido los activistas.

En conjunto, la tendencia apuntan a una de las mayores amenazas para la recuperación de la vida marina de la Bahía de Biscayne.

“Los problemas que tenemos en el norte de la bahía son solo más lentos en el sur de la bahía, porque es más grande, está más bien encauzada y hay menos gente allí. Pero estamos viendo las primeras señales de que ocurre lo mismo”, dijo James Fourqurean, profesor de Biología de FIU y experto en hierbas marinas. “La expectativa es que las cosas empeoren antes de mejorar. Pero tenemos que empezar a trabajar ahora para revertir esta tendencia”.

En 2013 los científicos empezaron a notar que el declive de las praderas marinas en las cuencas del norte se estaba acelerando y en 2016 la magnitud de la mortandad empezó a activar las alarmas.

La contaminación en esas zonas han estado constantemente por encima de los criterios establecidos por el estado en 2012 para la Bahía de Biscayne, que fue designado un cuerpo de agua sobresaliente de la Florida, merecedor de protecciones especiales. Los parámetros de nitrógeno, fósforo y clorofila ayudan al condado y al estado a entender cuánta contaminación es capaz de asimilar el sistema, dijo Omar Abdelrahman, biólogo de la Administración de Recursos Ambientales de Miami-Dade.

Aunque es necesario seguir investigando, especialmente en Little River y otros canales, la contaminación en el norte de la bahía ha sido constantemente alta durante un tiempo, a diferencia de las regiones central y sur, que han fluctuado con el tiempo, dijo Abdelrahman. Por eso, cuando los días de calor extremo azotan el condado o las lluvias torrenciales llenan los canales en poco tiempo, la bahía supera un umbral que produce efectos ecológicos como la muerte de las hierbas marinas.

“Una de mis analogías favoritas es la de un boxeador. Un solo golpe puede noquearte, pero con los golpes acumulados a lo largo del tiempo —y hay golpes más duros y otros menos duros— acumulativamente se llega al punto en un golpe puede no ser ni siquiera el más duro”, dijo el biólogo.

Por eso, un esfuerzo fuerte para reducir la contaminación por fósforo —que procede de fosas sépticas con fugas, tuberías de aguas residuales en mal estado y escorrentías de aguas pluviales— que va a parar a la parte norte de la bahía es un paso urgente que el condado debe dar para poner las praderas marinas en la senda de la recuperación, dijo Fourqurean.

Las praderas marinas son las plantas con flores más antiguas del planeta. Estaban aquí cuando existían los dinosaurios. Son plantas con flores, raíces y semillas, y se polinizan bajo el agua. Y necesitan mucha luz solar y agua clara para sobrevivir.

Gran parte de la presión sobre la bahía proviene de décadas de desarrollo en el sur de la Florida. Históricamente, la Bahía de Biscayne era un ecosistema bajo en fósforo y su relación con los Everglades hizo que siguiera siendo así hasta que el sur de la Florida empezó a crecer. El ecosistema de los Everglades evolucionó como un entorno bajo en fósforo, y la bahía formaba parte de esa cuenca, recibiendo agua dulce del continente a lo largo de su costa mientras fluía hacia el sur y el este. Las hierbas marinas prosperaban en ese entorno.

Pero a medida que el desarrollo se aceleró, los flujos naturales de agua dulce fueron sustituidos por los vertidos de los canales dragados que atraviesan la región para proteger de las inundaciones y transportar el agua para los agricultores y las ciudades. A lo largo de las décadas, las fugas de los sistemas sépticos envejecidos, la escorrentía de las aguas pluviales y el agua que fluye de los canales sucios llenos de altos niveles de fósforo han acabado en la bahía. Y el fósforo es muy difícil de eliminar.

En la actualidad, más de la mitad del agua dulce que recibe la bahía es conducida por los canales más septentrionales, que atraviesan zonas densamente pobladas e industriales de Miami-Dade, según un estudio del condado de 2019.

Este constante goteo de contaminación y los mayores pulsos de agua que llegan a través de los canales como parte de las estrategias de gestión de inundaciones en la temporada de lluvias están vertiendo contaminación que está compitiendo con las hierbas marinas por la luz y el oxígeno, dijo Fourqurean.

“El agua muy coloreada que sale de los manglares, que sale de una planta de tratamiento de aguas residuales, de fosas sépticas, ese color absorbe la luz. Así que eso en sí mismo es negativo. Los sedimentos en el agua, debido a la mala gestión de las aguas pluviales, son negativos. Hay un montón de cosas que compiten con la hierba marina por la luz”, dijo.

Las praderas marinas de la bahía necesitan un 25% de luz solar para llegar al fondo. Y también requiere concentraciones de oxígeno en la columna de agua lo suficientemente altas como para que no lleguen a cero por la noche, añadió.

“Cuando estropeamos la claridad del agua, interferimos en que la luz llegue al fondo, y si la luz no llega al fondo, las hierbas marinas mueren”.

Varios investigadores están trabajando para entender exactamente cómo la mayor carga de fósforo y la menor disponibilidad de luz afectan a las especies de hierbas marinas de la bahía. La Biscayne Bay Acquatic Preserve, por ejemplo, está estudiando otros posibles factores como la toxicidad del sulfuro; la Facultad Rosenstiel de Ciencias Marinas y Atmosféricas estudia cómo se mueve el oxígeno disuelto en la columna de agua y cómo afecta a las hierbas marinas.

“Es muy importante no dar la impresión de que no hay nada que podamos hacer. Sabemos que hay cosas que podemos hacer. Y las cosas que podemos hacer no van a conducir a un cambio mañana. Será en decenios”, dijo Fourqurean. “Pero tenemos que empezar ahora”.

Facebook
Twitter
LinkedIn
WhatsApp

Relacionados