Starlink tendría un precio de USD 99 al mes. Ya hay 895 satélites orbitando, planean que sean 42.000 para brindar servicio a todo el mundo. Las posibles problemáticas del futuro: desechos espaciales, el riesgo de colisiones entre satélites y un panorama desolador para la observación astrónomica
Sur Florida / infobae
A principios de 2020, la compañía de Elon Musk, SpaceX, comenzó a lanzar los satélites Starlink a la órbita baja terrestre para ofrecer internet de banda ancha. En febrero eran 60, hoy son más 895. Esta semana, la empresa del multimillonario envió correos electrónicos a personas en Estados Unidos que expresaron interés en suscribirse al servicio.
Según información publicada por CNBC, el título del mail enviado decía: “Better Than Nothing Beta” (mejor que nada beta). “Como puede ver en el asunto, estamos tratando de reducir sus expectativas iniciales”, señalaban los mails firmados como “equipo Starlink”.
En la beta pública, el servicio inicial tendría un precio de USD 99 al mes, más un costo inicial de USD 499 para solicitar el kit Starlink. A medida que extienda su cobertura con más satélites, nuevos interesados serán admitidos. El kit incluye una terminal de usuario para conectarse a los satélites, un trípode de montaje y un router wifi. Asimismo, los usuarios deberán usar la app Starlink de SpaceX, disponible en las tiendas Google Play y App Store.
“Espere ver que las velocidades de datos varíen de 50 Mbps (megabit por segundo) a 150 Mbps y la latencia de 20 a 40 ms (milisegundos) durante los próximos meses a medida que mejoremos el sistema Starlink. También habrá breves períodos sin conectividad”, aclaraban.
Durante los últimos meses, la empresa ha realizado una prueba privada limitada con empleados. Según la compañía, han logrado buenos resultados tanto en latencia como en velocidades de descarga. En total serán más de 42.000 satélites en órbita baja, entre 328 y 580 kilómetros por encima de la Tierra. Casi 700.000 personas en Estados Unidos han mostrado interés en el servicio, según CNBC.
“El Tratado del Espacio (entró en vigor en 1967), que se considera la Carta Magna del espacio, en su artículo 1 establece la libertad de exploración y utilización del espacio a todos los Estados, sin discriminación y en condiciones de igualdad. Por lo tanto, la normativa internacional no limita la cantidad de satélites que pueden ser colocados en la órbita baja”, explicó a Infobae Juan Cruz González Allonca, especialista en derecho espacial y miembro del directorio de la Comisión Nacional de Actividades Espaciales en la Argentina.
Según el especialista, 42.000 satélites representa un “número impactante”, sobre todo, considerando que no es la única empresa que planea lanzar mega constelaciones de satélites. “Desde el comienzo de la era espacial, allá por 1957, la humanidad solo lanzó 8.500 satélites, de los cuales, en la actualidad, hay 2.700 operativos”, agrega.
Este aumento exponencial en el número de satélites puestos en órbita crea peligros a mediano y largo plazo, tanto por los desechos espaciales que puede generar, como el riesgo de provocar colisiones entre satélites. En este sentido, las mega constelaciones también pueden generar mega congestiones en el espacio.
Si bien Starlink afirma que sus satélites tienen un sistema automático para evitar colisiones, en 2019 existieron algunos problemas. “Si bien aun no están todos esos satélites en órbita, el año pasado, un satélite de la constelación Starlink tenía trayectoria de colisión con otro satélite, en este caso uno científico de la Agencia Espacial Europea, y esta última tuvo que realizar maniobras de propulsión para evitar el choque”, explicó.
Uno de los posibles peligros es lo que se denomina el “Síndrome de Kessler”. Es la teoría que describe una colisión continua y en cascada de los desechos espaciales existentes en la órbita baja. Entonces, para evitar la congestión del entorno terrestre serían necesarias dos acciones.
“Por un lado, que se establezcan nuevas normas y principios internacionales que regulen la colocación de objetos en órbita baja, junto con medidas para mitigar y remediar el aumento de basura espacial. Y también, deberían crearse protocolos para la prevención de colisiones entre satélites”, concluyó el especialista.
La vida útil de los satélites Starlink es de entre cinco y siete años. Luego de ese tiempo, se deberían ejecutar maniobras para que reingresen a la atmósfera y se destruyan. Se estima que el 15% de todos los satélites que se ponen en órbita tienen alguna falla que los deja fuera de servicio. En el caso de los Starlink, por la altura a la que orbitan, se espera que queden a la deriva unos cinco años hasta su reingreso a la atmósfera.
“Si las empresas satelitales mantienen su proyectada flota de satélites, el número de los mismos en órbita será en un futuro próximo cuatro o cinco veces la cantidad actual. Esto genera no solo un peligro real de colisiones sino que también plantea un panorama desolador para la observación astronómica. Existe preocupación incluso por la inteferencia con estudios en otras longitudes de onda, en particular las de radio”, señaló a Infobae Susana Pedrosa astrofísica, investigadora del Conicet y codirectora del Grupo de Astrofísica Numérica y Extragaláctica en el IAFE (Instituto de Astronomía y Física del Espacio).
Starlink promete que, en el final de su vida útil, sus satélites tendrán una reserva de combustible para sacarlos de la órbita. Si esto no sucede, terminarán quemándose en la atmósfera.
La Unión Astronómica Internacional ya se ha pronunciado al respecto alertando de los perjuicios que pueden representar para la investigación astronómica “La IAU defiende el principio de cielos oscuros y silenciosos en radio (“dark and radio quiet sky”) como algo esencial para el estudio y comprensión de nuestro universo sino también como protección de la vida nocturna salvaje de la Tierra”, han escrito.
“El principal problema con los satélites Starlink es que su cubierta, para evitar el sobrecalentamiento, está revestida por un metal altamente reflectivo. Y el reflejo de la luz del Sol los vuelve extremadamente brillantes. Si bien Starlink ha anunciado su intención de hacer modificaciones en el sentido de disminuir este brillo (una cobertura opaca) aún los resultados no son exitosos”, señaló Pedrosa.
Y por otro lado, aunque se hacen esfuerzos para evitar interferir las frecuencias de radio, las señales de estos satélites amenazan con interferir observaciones astronómicas en el rango de las ondas de radio. “Recordemos que el increíble hito reciente de la obtención de la primera imagen de un agujero negro estuvo basada en ese tipo de detecciones”, finalizó la especialista.