El ministro de Asuntos Exteriores francés, Alain Juppé calificó durante su gira en Moscú de “crímenes contra la humanidad” la represión sangrienta que el régimen sirio de Bachar El Asad acomete contra las manifestaciones de protesta.
“La manera en que se reprimen con sangre estas manifestaciones no es aceptable. Y puede constituir materia de condena por parte de una resolución de Naciones Unidas. Y esto será materia de discusión en los próximos días y semanas”.
Es la primera vez que un dirigente occidental llega tan alto a la hora de criticar la represión de El Asad.
Mientras, la represión siria prosigue: diversos grupos opositores han denunciado la muerte de al menos diez personas a manos del ejército de El Asad. La mayoría de estas muertes se han producido en la ciudad de Homs, en los alrededores de la mezquita de Jaled Ibn Walid, en el barrio de Jalediya, donde también se han registrado decenas de heridos, según el Observatorio sirio de Derechos Humanos (OSDH), informa Efe desde El Cairo. Se han sucedido los disparos, las carreras de las ambulancias y las detenciones indiscriminadas, según explican estos grupos de oposición.
Las firmes palabras de Juppé en Moscú dan fe del viraje de la política exterior francesa con respecto a la denominada Primavera Árabe. A principios de año, cuando la ministra de Asuntos Exteriores francesa era Michèlle Alliot-Marie -criticada por su amistad con un miembro relevante del clan del dictador tunecino Ben Ali- Francia destacó por su excesiva prudencia cuando no tácito apoyo a las dictaduras mediterráneas en virtud de sus relaciones económicas y la pretendida salvaguarda que estas dictaduras ejercían contra el terrorismo. Pero Nicolas Sarkozy decidió cambiar el rumbo.