La depresión tropical Grace descargó lluvias torrenciales sobre Haití apenas dos días después de un potente terremoto que remeció la empobrecida nación caribeña, aumentando la miseria de las miles de personas que perdieron a sus seres queridos, están heridas o se quedaron sin casa y obligó a los saturados hospitales y rescatistas a actuar con rapidez.
Sur Florida / AP
Tras la caída de la noche, las intensas lluvias y los fuertes vientos azotaron el suroeste del país, la zona más afectada por el sismo del sábado, y las autoridades advirtieron que las precipitaciones podrían arrojar hasta 38 centímetros (15 pulgadas) de agua sobre algunas zonas antes de que la tormenta siguiese su rumbo. La capital, Puerto Príncipe, también registró fuertes lluvias.
Grace llegó al país el mismo día en que la Agencia de Protección Civil elevó la cifra de fallecidos por el sismo a 1.419 personas y la de heridos a 6.000, muchos de los cuales han estado esperando a recibir ayuda médica tendidos al aire libre con un calor asfixiante.
Las lluvias y los vientos de Grace elevaron la amenaza de deslaves e inundaciones repentinas durante su lento avance sobre la península de Tiburón, en el suroeste de Haití, durante la noche, antes de encaminarse hacia Jamaica y el sureste de Cuba el martes.
El terremoto que estuvo a punto de arrasar algunas localidades del suroeste es el último desastre que sufre la nación más pobre del hemisferio occidental. Los haitianos ya enfrentan la pandemia del coronavirus, el incremento de la violencia de las pandillas, el aumento de la tasa de pobreza y el asesinato de su presidente, Jovenel Moïse, el pasado 7 de julio.
“Estamos en una situación excepcional”, dijo el primer ministro, Ariel Henry, a reporteros el lunes antes de la llegada de la tormenta.
Un hospital en la ciudad de Les Cayes, una de las más afectadas, estaba tan saturado de pacientes tras el movimiento telúrico que muchos yacían en patios, pasillos y terrazas, pero la cercanía de la tormenta hizo que las autoridades trataran de reubicarlos lo mejor que pudieron.
“Teníamos planeado colocar carpas (en los patios del hospital), pero nos dijeron que eso no era seguro”, dijo Gede Peterson, director del Hospital General de Les Cayes.
No es la primera vez que el personal se ve obligado a improvisar. El sistema de refrigeración de la morgue del centro no funciona desde hace tres meses, y después del terremoto del sábado el personal tuvo que almacenar hasta 20 cadáveres en el reducido espacio. Los familiares de las víctimas acudieron rápidamente para llevarse a la mayoría a servicios de embalsamamiento privados o para su entierro inmediato. El lunes, en la morgue quedaban apenas tres cadáveres.
“En estos momentos estamos trabajando para garantizar que los recursos que tenemos disponibles lleguen a los lugares más afectados”, dijo Jerry Chandler, director de Protección Civil, refiriéndose a las provincias de Les Cayes, Jeremie y Nippe, en el suroeste del país.
Las víctimas del sismo seguían llegando al abarrotado hospital general de Les Cayes tres días después y esperan a recibir atención en escaleras, corredores y en un terraza abierta.
“Después de dos días, en general casi siempre la mayoría de ellos ya están infectados”, dijo el doctor Paurus Michelete, quien ha atendido a 250 pacientes y era uno de los tres doctores de guardia cuando ocurrió el sismo. El centro se estaba quedando sin analgésicos y sin material para curar fracturas por el aumento de los pacientes.
En tanto, rescatistas y recolectores de metal excavaban el lunes entre los escombros de un hotel que colapsó en la ciudad costera del que ya se han extraído 15 cuerpos. Jean Moise Fortunè, cuyo hermano — propietario del hotel y político destacado — murió en el derrumbe, cree que hay más personas atrapadas entre los restos.
Pero teniendo en cuenta el tamaño de los espacios vacíos que los rescatistas examinaron cautelosamente, quizás de unos 30 centímetros (1 pie) de profundidad, hallar sobrevivientes parecía improbable.
Al quedarse sin trabajo, combustible y dinero, los desesperados residentes de Les Cayes escudriñaban los escombros de las viviendas arrasadas en busca de metal para vender. Otros esperaban remesas desde el extranjero, un pilar de la economía haitiana incluso antes del terremoto.