Las labores a nivel mundial para desarrollar una vacuna infantil contra el COVID-19 apenas están comenzando, un arranque rezagado que ha generado preocupación en algunos pediatras de Estados Unidos de que las vacunas para niños no estén verificadas a tiempo para el próximo año escolar.
Sur Florida / diariolasamericas
Los adultos de edad avanzada podrían ser los más vulnerables al coronavirus, pero poner fin a la pandemia también requerirá vacunar a los niños. La semana pasada, Pfizer Inc. recibió la autorización para probar su vacuna en niños estadounidenses de 12 años en adelante, uno de apenas un puñado de intentos en todo el mundo para empezar a explorar si alguna vacuna experimental que se está desarrollando para adultos también puede proteger a los pequeños.
“Simplemente dilucidé que entre más gente tengan para realizar las pruebas, más rápido pueden sacar una vacuna y la gente puede estar segura y saludable”, comentó Katelyn Evans, de 16 años, quien se convirtió en el primer adolescente en recibir una inyección en el estudio de Pfizer, el cual se lleva a cabo en el Hospital Infantil de Cincinnati.
Múltiples vacunas potenciales se encuentran en estudios de fase final en decenas de miles de adultos, y los científicos esperan que en los próximos meses se recabe evidencia de que por lo menos algunas de ellas son lo suficientemente seguras y efectivas para un uso generalizado.
Pero cuando lleguen las primeras vacunas, es improbable que se recomiende usarlas en niños. No pueden administrarse a menores a menos de que hayan sido probadas en su grupo de edad, un obstáculo importante en las labores para reabrir las escuelas y reanudar actividades habituales que son fundamentales para el bienestar de las familias.
“El público no entiende eso”, comentó el doctor Evan Anderson de la Universidad Emory, quien ha pedido se efectúen pruebas pediátricas de las vacunas contra el COVID-19. Si bien él ha alentado el estudio de Pfizer en adolescentes, considera “muy preocupante” que los niños menores de 12 años pudieran no tener una vacuna para el próximo otoño.
Aproximadamente el 10% de los casos de COVID-19 registrados en Estados Unidos han sido en niños. Y aunque tienen mucho menor propensión a enfermarse gravemente que los adultos, cerca de 120 menores han fallecido en el país a causa de la enfermedad, de acuerdo con un conteo de la Academia Estadounidense de Pediatría (AAP por sus siglas en inglés). Eso es más o menos la cantidad de niños que fallecen por influenza en un año promedio. Además, un pequeño número de menores ha desarrollado un grave problema inflamatorio vinculado con el coronavirus.
En general, Anderson dijo que el impacto del COVID-19 en los niños es mayor al de otras enfermedades que requieren vacunas pediátricas de rutina.
Además de los riesgos para su propia salud, hay una pregunta sin responder en torno a qué tan fácilmente los niños pueden infectar a otras personas. En una carta dirigida a las autoridades de sanidad federales, la AAP citó las pruebas recientes de que niños mayores a 10 años podrían propagar el virus con la misma facilidad que los adultos.
A nivel mundial, los estudios pediátricos apenas empiezan a surgir. En China, Sinova y SinoPharm han iniciado estudios que pueden realizar pruebas en niños de 3 años en adelante.
Un estudio británico de una vacuna producida por AstraZeneca permite que se lleven a cabo pruebas de pequeñas dosis en algunos niños, pero la compañía dijo que no reclutará a menores hasta que tenga “suficientes” datos de seguridad en adultos.
En Estados Unidos, Moderna Inc, Johnson & Johnson y Novavax tienen esperanzas de empezar con las investigaciones pediátricas en los próximos meses, en grupos de edad distintos.