5 de noviembre de 2024 8:25 PM

China insiste en perpetuarse en el Tibet

 El Tibet, la tierra conocida como fuente de sabiduría, sufre 70 años de ocupación en los próximos días, y el mundo sigue mirando atónito cómo lidiar con China sin dejar de lidiar con el problema.

SurFlorida/ Diario las Américas

Para una milenaria nación, que data del siglo VII, la ocupación de su territorio significa cuando menos una afrenta. Tal vez más cuando el alma del país radica en valores espirituales que tiene al budismo tibetano como fuente de energía. Y Pekín, que aspira a perpetuarse en el lugar, quiere eliminar todo lo que recuerde el pasado.

Bastaría leer el reportaje publicado por la agencia de noticias AP, en el que recoge una inusual visita al Tíbet, controlada de cerca por las autoridades chinas y organizada por el gobierno para mostrar lo que consideran “estabilidad social y desarrollo económico” tras 70 años de ocupación.

“El viento sacude las banderas amarillas de un templo, mientras decenas de tibetanos, algunos de ellos con muletas, se amontonan alrededor de un altar para celebrar un viejo ritual budista”, comienza la nota firmada en Lhasa, capital de la llamada región autónoma.

“Cruzando la calle”, continúa, “una bandera roja revela la existencia de otra fe, que el Partido Comunista chino trata de inculcar con creciente fervor”.

Últimamente el Gobierno de Pekín se ha enfocado mucho en la religión, tanto en el centro de China como en el Tíbet, donde el taoísmo y el tibetano, respectivamente, imperan y definen el pensamiento y la conducta de la población.

De hecho, el único partido existente (autorizado) busca inculcar la cultura china en el Tíbet a través de programas pensados para desalentar el uso de su idioma, sus costumbres y, sobre todo, su devoción por el Dalai Lama, el líder espiritual del Tíbet que vive en el exilio desde 1959.

En el patio del Templo Jokhang, uno de los sitios más sagrados del budismo tibetano, el monje Lhakpa señaló que el Dalai Lama “no es” su líder espiritual. Cuando se le preguntó quién es, respondió: “Xi Jinping”, el llamado presidente chino, el totalitario y caudillo de turno.

Aunque Lhakpa pensara diferente, no se atrevería a decir algo distinto a lo que dijo en público. Posiblemente solo él sepa quién es su verdadero líder espiritual.

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