El periodista cubano Camilo Egaña es uno de los conductores más reconocidos de CNN en Español y el entrevistador principal de esta cadena.
Nació en el barrio de El Vedado, La Habana, hace 56 años. Estudió Lengua y Literatura Hispánica en la Universidad de La Habana. Está casado con Laura y son los padres de Diego, de 28 años. Su tiempo libre es para leer. “A veces viajo con tres maletas de libros”.
Su cara sonriente deja colar un aire de bohonomía. Sentado ahí, detrás de la pantalla conversa con sus invitados, más que entevistarlos. Noche a noche entra en las casas tocando temas que van de lo humano a lo divino, aunque siempre aclare que es ateo.
Hay temas que le son más gratos como la música, aunque el impasse con Arjona le dejara un mal recuerdo y una gran lección: nunca hablar de una producción musical que no haya escuchado.
Otros temas le duelen a Camilo, como las crisis de Venezuela y especialmente la de Nicaragua. “Cuando tenía 15 años, quería ser guerrillero nicaragüense, tenía mucha fe a esa revolución porque era la primera en que veía que se respetaba a Dios –pese a que soy ateo– y a la empresa privada. Pero fracasó. Todo lo que para la gente de la izquierda de mi generación parecía bueno se fue”.
Sabe de primera mano lo duro que es ser inmigrante y considea que actualmente son malos tiempos para ellos. “Pero no nos engañemos. Nunca fueron buenos tiempos. Cuando llegaron nuestros abuelos, desde donde llegaran, se las vieron negras”.
Pero considera que con la embestida de la ultraderecha han aparecido estos monstruos que alientan la ola antiinmigrante. “Los inmigrantes no le quitan el trabajo a nadie, eso es mentira. Yo he estado indocumentado en México, he sido inmigrante en España y te aseguro que nadie le quita el trabajo a nadie. Es una falacia de la ultraderecha”, afirma Camilo.
De las luchas de la revolución tuvo su dosis. Fue soldado en Angola, pese a que según sus palabras no tenía mayores habilidades para esas armas. “Porque soy tan inhábil, tan inepto y tan desorientado que sería cómico, pero en realidad hasta obtuve el grado de soldado de primera”, comenta.
Camilo entró en la radio por una de esas caranbolas de la vida. “Fui a buscar trabajo con un amigo que había estado conmigo en la guerra, pero al final no se lo dieron a él sino a mí. Se pasó como cinco años sin hablarme hasta que entró a una emisora”, confiesa y se ríe.
De ahí el siguiente paso lo llevó a la televisión, también por cosas del destino cuando estudiaba en la universidad una persona que hacía el programa de entrevistas en Cuba lo dejó. “Alguien me dijo que fuera y me probara, un profesor me apoyó. Terminamos teniendo una conversación de café, y ese piloto salió al aire como el primer programa. Cuando noté que eso podía funcionar, lo exploté”.
Pero las conversaciones de café puede disgustarle a los jerarcas de los regímenes comunistas. “Me censuraban un día sí y al otro también. Me censuraban por cosas como decir “buenas noches, señoras y señores” en lugar de “compañeros y compañeras”.
Una de sus anécdotas involucra a Fito Páez un gran amigo de la revolución cubana “Mi generación lo adoraba porque veíamos en él buen rock en español, un rock libertario y reivindicativo. Durante la entrevista, un altísimo ejecutivo de la TV, que ya murió, dijo: “¿Quién te autorizó a traer a ese maricón, a ese pelucón, a ese hippie?”.
Recuerda Camilo que Pablo Milanés tuvo que interceder a favor de Fito para que no lo sacaran.”Veinte años después, Fito llegó a MegaTV en Miami ,cuando yo trabajaba ahí, me dio un abrazo y me dijo: Yo sé que no tuviste culpa de nada. Fue muy emocionante”.
Y de lidiar con la censura en Cuba ha pasado a enfrentar los Fake News en EEUU. “Lo más peligroso es que llega un momento en que ya no existe la verdad, todo es relativo. Cuando Kellyanne Conway habla de hechos alternativos, sabes que estamos todos locos. Cuando ese discurso cala en la sociedad, cualquier mentiroso puede hacer de las suyas”.
Fuente: El Comercio