En el All Star de 2011, Blake Griffin asombró al mundo saltando por encima de un coche y ganando el concurso de mates. Era su primera temporada en la NBA después de pasarse en blanco el que debería haber sido su año de rookie. Al potente ala-pívot ya le perseguían las lesiones, pero eso no impidió que su espectacular físico dejara algunos de los mates más asombrosos de la última década. Era su especialidad.
Sur Florida/Marca
Sin embargo, el matador ya no mata. Griffin ha cambiado su juego radicalmente para protegerse de las lesiones. Esa modificación ha hecho que rehuya de los mates. En 19 partidos de esta temporada no ha hecho ninguno. En todo el curso anterior, sólo cinco. En la campaña 2012-13 llegó a 202, su tope. Desde entonces, los datos no han hecho más que menguar hasta el vacío del presente.
“En mis primeros años en la NBA confiaba en mi capacidad atlética para hacerme un sitio. Era justo eso lo que me había llevado a la NBA. El problema es que con esto uno llega muy cansado a febrero”, aseguraba el actual jugador de los Pistons hace tiempo en un artículo en The Players Tribune. Ahora sólo hace lanzamientos en suspensión después de trabajar a conciencia para modificar su mecánica de tiro.
“Hace un tiempo, nunca hubiera intentado un triple para ganar un partido. No tenía la confianza”, contaba. En la actualidad, Griffin lanza más veces de tres (6,2) que de dos (4,9). Eso sí, su porcentaje del 30,5% en triples es de los peores de la NBA. También tiene su peor promedio anotador desde que juega en la NBA. Anota 12,3 puntos por partido, lejísimos de los 24,5 que hizo hace sólo dos temporadas. En su rebotes, está en su segundo peor registro: 5,3 cuando llegó a tener 12,1 de media en su primer año en la Liga. Y en asistencias, sus 3,7 actuales son su tercer peor dato.
A sus 31 años, Griffin ha tratado de proteger su físico de las lesiones que le perseguía y a la vez adaptarse al baloncesto moderno. La mutación, sin embargo, acabó con el espectáculo de sus extraordinarios mates y redujo sus estadísticas a sus mínimos históricos. No hay rastro del matador que conocíamos.