La tormenta trajo la calma. Las fuertes lluvias caídas a primera hora de la tarde del martes sobre Caracas sirvieron para poner fin a la violencia desatada en el penal de La Planta, que se cobró al menos la vida de un vecino, víctima de una “bala perdida”. Después de vivir un escenario casi de guerra, la zona amaneció tranquila, con los vecinos acostumbrados a que “cuando no es la cárcel, son los malandros, pero siempre hay bala”, como dijo a BBC Mundo una dependienta de la zona que prefirió no dar su nombre.
“Allá adentro deben tener hasta ametralladoras, se oían muchísimas balas. ¡Plomo, plomo, plomo!”, relató la joven trabajadora de la zona.
Noemí Colmenares, vecina de una de las urbanizaciones cercanas, confirmó a BBC Mundo que ya todo está tranquilo y, con aire resignado, comentó que efectivamente ya están casi acostumbrados a los recurrentes brotes de violencia y a la tensión.
En las redes sociales son numerosos los vecinos que denuncian los agujeros de bala en sus casas y el clima de máxima tensión que viven, y exigen al gobierno que cierre un recinto conocido por su alto nivel de violencia.
El representante vecinal Efraín Henríquez dijo a la televisión estatal que llevan años en un “clamor por el cierre de La Planta”.
“Hay que trasladar el recinto a una zona donde no exista peligro para la población”.
“Situación emblemática”
La Planta, llamada oficialmente “Casa de Reeducación y Trabajo Artesanal de El Paraíso”, fue construida en 1964 para 350 internos y hasta hace unas semanas había cerca de 2.300. Adentro, los presos no dudan en exhibir sus armas y en advertir que cualquier intento de las autoridades de tomar el control derivará en violencia, como pasó este martes.
Eso no es una excepción en las 34 prisiones que albergan en Venezuela, según datos de 2011, más de 45.000 presos, el triple de su capacidad.
La tensión rodeaba La Planta desde hace dos semanas, cuando fue abortado un supuesto intento de fuga masiva a través de un túnel.
Desde entonces, las autoridades resolvieron que la instalación no cumple con los requisitos mínimos como para que vivan seres humanos con dignidad y comenzaron un proceso de traslados a otros recintos.
“La Planta no tiene condiciones para ser un centro de reclusión”, justificó la ministra de Servicio Penitenciario, Iris Varela.
De los 2.273 presos que había en el centro según la ONG dedicada a defender los derechos de los presos “Una ventana a la libertad”, el gobierno aseguró que ya había trasladado a unos 500.
Hasta la semana pasada, el Ejecutivo hablaba de una “situación emblemática” en el paulatino proceso de desalojo.
Sin embargo, el tiroteo de este martes en un recinto enclavado en el centro de Caracas puso en evidencia la situación de tensión que en realidad se vivía.
Los internos que quedan se niegan a ser trasladados y para evitar su desalojo acaban de demostrar que están dispuestos a todo. Disponen de rifles de asalto y granadas, y sus familiares piden a las autoridades que no intenten tomar la instalación porque terminaría en una masacre.
“Platos rotos”
En pleno tiroteo, uno de los presos advirtió por teléfono que los edificios colindantes pagarían los “platos rotos”. Dicho y hecho: las balas llegaron a varios negocios y viviendas de los alrededores, entre ellos la de la madre del jugador venezolano de baloncesto de la NBA Greivis Vásquez.
En los alrededores de la cárcel se concentraron cientos de familiares y amigos de reclusos. Algunos quemaron ruedas y se enfrentaron a las fuerzas de seguridad con piedras y hasta bombas molotov.
Rodeados del humo de los gases y la quema de ruedas, con el ensordecedor ruido de los incesantes disparos, los vecinos comenzaron a hablar del estallido de una guerra. Para mostrarlo, subieron videos a YouTube.
Los testimonios de heridos pronto llegaron a la red social Twitter.
Los miedos de quienes viven en los alrededores del penal se materializaron cuando “una bala perdida” acabó con la vida de la primera víctima reconocida oficialmente: un hombre de 48 años identificado como Henry Molina, quien estaba en su vivienda cuando una bala le alcanzó en la cabeza. Falleció en el hospital.
El enfrentamiento terminó con una tromba de agua y su efecto, inutilizando los gases lacrimógenos, acabó con las más de dos horas de enfrentamiento.
Los reos denuncian que en sus filas hay tres muertos, información que no ha podido ser contrastada.
“Los presos mandan”
“El desalojo va a darse en la medida en que la fuerza del convencimiento dé frutos”, afirmó la ministra Varela.
Para Carlos Nieto, responsable de “Una ventana a la libertad”, la política de desalojo que promueve el gobierno lo único que hace es “trasladar el problema a otra cárcel con los mismos problemas de sobrepoblación”.
Según Nieto, cerca de la totalidad de los internos de La Planta no cuenta con una sentencia firme y sus procesos están abiertos en tribunales de Caracas. Es por eso -y por la cercanía de sus familiares- que se niegan a ser trasladados a un penal fuera de la ciudad.
Además, Nieto afirmó en declaraciones a BBC Mundo que el brote violento en La Planta pone de manifiesto que “en las cárceles venezolanas los presos mandan”.
“Los reclusos tienen armas y son los que controlan la cárcel. Lo de La Planta fue una provocación de la Guardia Nacional que sabe que los presos están fuertemente armados”.
Negociación
Algunos familiares de presos anunciaron que dirigirán un pliego de peticiones a la Asamblea Nacional para que se restablezcan los regímenes de visitas y el desalojo sea voluntario.
La ministra Valera confirmó que el gobierno está en pleno “proceso de mediación” con lo que calificó de un “grupito de personas privadas de libertad que ofrecen resistencia”.
“Ha sido una política del gobierno revolucionario cesar las acciones de represión, costumbre en épocas pasadas”, dijo la ministra, al tiempo que dijo que sin embargo su departamento ejercerá la autoridad para llevar adelante el cierre de La Planta.
“Los que ofrecen resistencia no son precisamente los más inocentes de los privados de libertad (…). Es un grupo que mantiene en situación de represión a sus compañeros de prisión”.