Incluso en los meses de invierno y pandemia el paraíso se mantuvo intacto: la arena fina, las palmeras balanceándose, las gaviotas volando rasantes sobre el mar cristalino y hasta las reposeras. Sólo que no hubo nadie para disfrutarlo.
Sur Florida / apnews
Así se ve Varadero, el polo turístico más importante de Cuba y uno de los más famosos del Caribe, con su pequeño pueblo aledaño de 6.000 habitantes, sus 22 kilómetros de playas y más de 60 hoteles que hasta la llegada del nuevo coronavirus recibían hasta 30.000 turistas diarios.
A punto de cumplirse un año de la pandemia la caída del turismo en Cuba -motor de las finanzas de la isla- tuvo un efecto dominó: baja de ingresos, pérdida de empleos, calles desiertas, mercados de artesanías vacíos y restaurantes con las cortinas bajas.
“Aquí no hay nada, todo está cerrado, no se ven personas”, dijo a The Associated Press con la voz apagada Yamel Zaragoza, de 51 años y empleada en una tienda. “Es un pueblo triste… tenemos esperanzas que va a fluir el turismo, es el espíritu de este balneario”, agregó durante un recorrido de AP por Varadero.
A lo largo de la avenida principal que corre paralela a la playa era usual en años anteriores, incluso en temporada baja, ver a los visitantes en shorts y playeras, a los niños correteando con sus salvavidas, a los vendedores de souvenirs, los músicos ambulantes o los quioscos de comida cuyo aroma se mezclaba con el del salitre marino.
En 2019, antes de la pandemia y ya con una situación desfavorable porque por primera vez se había reportado una baja en la actividad, Cuba recibió a nivel nacional poco menos de 4,3 millones de visitantes -9% menos que en 2018-, según el Ministerio de Turismo. La cifra fue reflejo del endurecimiento de las sanciones de Estados Unidos hacia la isla y la quiebra de un socio clave, el operador turístico británico Thomas Cook.
Pero en 2020 la nación caribeña batió el peor récord con la llegada de sólo un millón de turistas, concentrados en su mayoría en el primer trimestre antes de que se cerraran aeropuertos en la isla y en los países emisores para frenar la propagación del coronavirus.
Varadero estuvo entre los destinos turísticos cubanos más afectados: en 2019 había recibido un millón y medio de visitantes, en 2020 no llegó al medio millón.
“Estamos trabajando en Varadero con muy bajos niveles de actividad”, dijo a AP Ivis Fernández, delegada del Ministerio de Turismo en la provincia de Matanzas -a la cual pertenece el balneario-.
Fernández resumió el año: de marzo a julio cierre total, en verano y hasta septiembre ocupaciones del mercado interno -principalmente familias cubanas- y un poco mejor a partir de octubre con la reapertura paulatina de la actividad turística internacional con algunos arribos de turistas británicos y canadienses. Pero en enero, debido a un rebrote, se impusieron limitaciones a los vuelos otra vez.
Varadero tiene 22.000 habitaciones y en sus hoteles -entre ellos de cadenas mundiales como Meliá, Iberostar o Fiesta Americana- trabajan unas 18.000 personas en su mayoría provenientes de las vecinas localidades de Cárdenas, Boca de Camarioca o Santa Marta, indicó Fernández. Actualmente el 50% está trabajando y el resto labora en otras áreas de la economía o se encuentra subsidiado en casa.
Un ejemplo del complejo escenario es el del hotel cinco estrellas Meliá Internacional, una especie de buque insignia de la firma española en Varadero con 946 habitaciones, servicio “all inclusive” y de los pocos que permanece abierto con sus terrazas de madera y sus cómodas mecedoras.
“Ha habido una afectación”, reconoció José Antonio Ramírez, el mexicano de 43 años que es director general del hotel. “No es lo que esperábamos en nuestras proyecciones, pero nos vemos con un hotel abierto, funcional, dando hasta este momento una satisfacción a nuestros clientes… y enviando el mensaje de que se puede hacer turismo a pesar de la pandemia”.
El centro tuvo que adecuarse a las normas sanitarias, sus dependientes se pasean con barbijo y a cada rato desinfectan las instalaciones al tiempo que se impone el distanciamiento entre los visitantes.
En sus mejores momentos el Meliá Internacional daba trabajo a un millar de personas, la semana pasada había sólo unos 190 empleados que atendían a 121 clientes alojados, la mayoría provenientes de Alemania.
Según la delegada Fernández, Varadero contaba la semana pasada con una ocupación de 8% y buena parte de los meses que estuvo sin visitantes se hicieron obras de infraestructura en el pueblo -un bulevar, el soterramiento de redes- y mantenimiento en los hoteles.
Pero ni para Varadero ni para Cuba el pronóstico del sector se ve favorable en lo inmediato, ni siquiera con una vacunación masiva a pesar de que Cuba es la única nación latinoamericana que tiene dos antígenos propios en la etapa final de ensayo clínico.
“Creo que el comportamiento del año no va a variar. Desde el punto de vista turístico hay (más allá de la vacuna) otros factores que no dependen ni de Cuba ni de ninguno de los destinos del Caribe”, señaló a AP el especialista y exacadémico José Luis Perelló.
Las dificultades en la normalización de las operaciones de las líneas áreas, la cancelación de operar cruceros -en el caso de Cuba agravada por la prohibición impuesta por el expresidente Donald Trump y que se espera sea levantada por Joe Biden- y la falta confianza de los consumidores que todavía ven con recelo los viajes de placer también afectarán al turismo, destacó Perelló.
Aunque no hay información oficial sobre los ingresos obtenidos en 2020 por el turismo, Perelló los estimó en unos 600 millones de dólares contra los 3.000 que se calculaban de 2019.
La baja es dramática para una pequeña economía como la de Cuba -muy dependiente del turismo, con poca diversidad en su producción y sancionada por Estados Unidos-, que el año pasado tuvo una caída en su Producto Interno Bruto del 11% y que se ha traducido en largas colas por el desabastecimiento de bienes básicos.
La alternativa para el vital sector, según Perelló, es trabajar para reconquistar los mercados tradicionales -Canadá, España, Inglaterra, Francia y Alemania-, aunque, reconoció, aún falta “un tramo demasiado largo” para que los destinos de la isla regresen a la normalidad.