El Whatsapp, en sí la mensajería instantánea, forma tan parte de nuestra vida que incluso nos cuesta pensar en cómo nos comunicábamos antes de utilizarlo de manera compulsiva. Porque sí, estamos hiperconectados; contestamos mensajes continuamente, ya sea de nuestros amigos, nuestra pareja o nuestros familiares. Incluso aquellos “negacionistas” que dicen que “ellos controlan” mandan constantes mensajes con otras personas, muchas veces por gusto y muchas otras por imperativo social.
Por surflorida/abc
Y es que, la omnipresente mensajería instantánea muchas veces marca el ritmo de nuestra vida, algo que puede convertirse en una situación difícil de gestionar. «El hecho de estar constantemente conectados y accesibles a la comunicación con nuestro entorno, en algunos casos puede ser una fuente de ansiedad. Esto ocurre cuando no utilizamos la tecnología de manera saludable, sin ningún tipo de control o límite por nuestra parte», apunta Sara Prieto Gómez, psicóloga del Centro TAP.
Esta ansiedad puede estar propiciada por dos razones. Por un lado, el desencadenante puede ser el recibir muchos mensajes y sentir la necesidad de contestarlos aunque no se tenga tiempo. Por otro, el caso contrario: recibir pocos y echar en falta cierto grado de atención. Si observamos el primer escenario, comenta la psicóloga que el aumento de la accesibilidad en la comunicación con los demás da lugar a que haya un exceso en el número de mensajes que podemos recibir. Esto, si se une a esa sensación de responsabilidad de tener que contestar, puede generar cierto agobio. «La ansiedad es un mecanismo que nos ayuda a hacer frente a situaciones difíciles o complejas. Cuando la demanda es mayor a los recursos que creemos que tenemos, aparece la respuesta de estrés», dice la profesional.
Culpa por no responder rápidamente
Añade Ruth González Ousset, docente en la UAM, sexóloga, psicoterapeuta y terapeuta de pareja en Ruth González Terapia, que vivimos en una sociedad en la que no solo prima la inmediatez, sino que se ha establecido un patrón de conexión constante en que se espera que tengamos una disponibilidad total. «Aparece una culpa por haber tardado en contestar. Nos disculpamos al empezar a contestar un mensaje», dice la profesional. Apunta que cada vez proliferan más los casos de personas que sienten que son incapaces de apagar o silenciar su móvil.
Al otro lado de la balanza se encuentran las personas que sienten malestar o inseguridad si reciben menos mensajes de los esperados. «En este sentido, es importante no perder de vista que estas aplicaciones son solo uno de los medios con los que se establece la comunicación», comenta Sara Prieto Gómez, que añade que, aunque una persona reciba muchos mensajes y mantenga gran cantidad de conversaciones por esta vía, puede que, en realidad, la comunicación sea muy pobre o superficial. «En todo caso, si esto es algo que genera malestar en la persona es importante destacar la importancia de la asertividad. Una vez identificado cómo se siente con ello y cuál es la necesidad que no está siendo cubierta, se tienen recursos para poner en marcha una comunicación en la que se exprese ese malestar», indica la profesional.
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