La región debe aprovechar la bonanza para atacar los desequilibrios sociales que todavía persisten.
Tras una década de expansión, que no se veía desde los años 70, nuestra región enfrenta el reto de aprovechar la bonanza para atacar los desequilibrios sociales que todavía persisten. Habla directora de la Cepal.
Santiago de Chile. Entre el 2001 y el 2010, América Latina logró un crecimiento de 33 por ciento, sin precedentes desde hace 40 años, lo que significa que el ritmo anual de aumento del Producto Interno Bruto (PIB) se ubicó en 3,3 por ciento, en promedio. El año pasado, de acuerdo con datos preliminares, se expandió 4,3 por ciento.
De acuerdo con los cálculos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), ese incremento no se observaba desde los años 70, cuando la expansión anual del PIB promedió en 5,6 por ciento.
El organismo de Naciones Unidas estima que en la primera década de este siglo el PIB regional se multiplicó 2,4 veces a precios corrientes, al pasar de 2 billones de dólares a 4,9, un salto del 141,7 por ciento. El PIB per cápita, en dólares constantes (2001), pasó de 4.063 a 5.014, y entre el 2003 y el 2008 ese indicador registró un crecimiento anual promedio cercano a los 4 puntos porcentuales.
La pobreza, por el contrario, bajó a lo largo de esos 10 años del 44 al 31,4 por ciento de la población, mientras la indigencia se redujo hasta el 12,3 por ciento. Ambos indicadores se situaron en el nivel más bajo de los últimos 20 años. En el mismo lapso, el desempleo pasó del 10,2 al 7,3 por ciento. Aunque aún no hay datos consolidados, se cree la tasa de pobreza cayó a 30,4 por ciento el año pasado y que la de indigencia subió levemente, a 12,8 por ciento, a causa del alza de los precios de los alimentos.
En otras palabras, la pujanza económica se tradujo en avances sociales. Latinoamérica creció de manera excepcional en sus indicadores y pareció dejar atrás las crisis que la caracterizaron. Incluso, sorteó la recesión del 2009 gracias a la aplicación de medidas anticíclicas, que fueron posibles por la salud de las finanzas públicas, tras años de equilibrio fiscal y bonanza comercial.
Las exportaciones se multiplicaron 2,5 veces, al pasar de 354.280 millones de dólares en el 2001 a 889.307 millones en el 2010. La década concluyó con un superávit comercial de 45.805 millones, después de años de déficits. El auge exportador y la masiva inversión extranjera (625.614 millones de dólares en los últimos 10 años) propiciaron que se cuadruplicaran las reservas internacionales brutas, que sumaron 655.137 millones de dólares en diciembre del 2010, mientras el peso de la deuda externa se redujo del 36,4 al 19,2 por ciento del PIB.
“Fue una década brillante, que no teníamos desde los 70”, dice la mexicana Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la Cepal, quien sostiene que la expansión se sustentó en un ciclo económico muy notable y, de manera particular, en el surgimiento de China y la región Asia-Pacífico como ejes del desarrollo global.
La alta demanda de China e India generó un alza sin precedentes en los precios de las materias primas y América Latina se convirtió en un abastecedor privilegiado de petróleo, hierro, acero, cobre, soya y otros productos agropecuarios. En el 2000, China y los países del Asia-Pacífico solo captaban el 6,1 por ciento de las exportaciones latinoamericanas, cifra que subió a 24,9 por ciento en el 2010.
Para Bárcena, la creciente importancia de China y Asia-Pacífico como destino de nuestras exportaciones explica buena parte de la expansión económica lograda por la región durante la década pasada.
Sin embargo, en comparación con otras zonas, el crecimiento latinoamericano se ve más modesto. África, el otro gran abastecedor de materias primas de China e India, logró crecer durante el periodo 2001-2010 a una tasa anual promedio de 4,9 por ciento, 1,6 puntos arriba de nuestra región, mientras Asia en su conjunto experimentó una expansión anual de 6,8 por ciento, según datos de la Conferencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Unctad).
Eso quiere decir que Latinoamérica conformó el segmento de naciones en desarrollo que menos creció durante la década pasada, aunque estuvo arriba de la media mundial (2,5 por ciento) y duplicó con creces el promedio anual de Estados Unidos (1,43) y de Europa (1,35 por ciento).
Otro factor que preocupa a la Cepal es el esquema que ha prevalecido en los últimos años en el comercio con China y Asia-Pacífico. “Nos convertimos en exportadores de materias primas, volvimos a esquemas que creíamos superados -comenta Bárcena, bióloga de profesión-. Nos estamos asociando con China, que será la primera economía del mundo en el 2016, con un modelo en el que vendemos materias primas e importamos manufacturas. Así nos será muy difícil dar sostenibilidad a nuestro crecimiento”.
Bárcena considera que las perspectivas de que el ciclo de crecimiento se prolongue en América Latina durante la presente década son positivas, aunque advirtió que la región enfrenta el riesgo de la reprimarización productiva (el regreso a un esquema comercial basado en la venta de materias primas). La región tiene el 10 por ciento de las reservas mundiales de petróleo, más del 40 por ciento de los yacimientos de cobre y plata y más de la cuarta parte de la tierra cultivable.
Para dar sostenibilidad al crecimiento, agrega ella, hay que diversificar las exportaciones a China y darles más valor agregado (el año pasado, el 90 por ciento de las ventas latinoamericanas a China correspondió a productos primarios y manufacturas basadas en recursos naturales).
“Dejamos entrar inversión extranjera, lo cual está bien, para poner plantas y explotar nuestros recursos, pero es importante reflexionar sobre si también deben incrementarse las tasas fijas (de impuestos por explotación) para retener algo, porque estamos exportando las ganancias de productividad junto con el recurso natural”, anota la funcionaria.
Bárcena, que tiene una maestría en Administración Pública de Harvard, considera que los países de la región deben también aprovechar la bonanza en los precios de las materias primas para “tener un plan claro de ahorro e inversión, que es donde América Latina tiene las principales falencias”. Según ella, el mejor destino para las ganancias de los recursos naturales son el capital humano, la educación y la innovación.
De acuerdo con Bárcena, se proyecta que la bonanza en los precios de las materias primas podría durar “unos 10 o 15 años más”. Todo depende del comportamiento de las economías asiáticas, y de China e India en particular, que han decidido desacelerar su crecimiento y su demanda y podrían hacerlo aún más si se profundiza la crisis fiscal en la UE.
“A pesar de las turbulencias, China e India seguirán siendo muy importantes. Entonces, creo que vamos a tener una bonanza de precios (de materias primas) y, por lo tanto, tenemos que ver dónde invertimos estas ganancias y con qué gobernabilidad de recursos naturales, y cómo logramos que el tejido productivo de nuestros países no se concentre todo en los sectores primarios. Se van a requerir políticas públicas para diversificar la productividad hacia otros sectores”, señala.
El ex presidente chileno Ricardo Lagos coincide con Bárcena en que Latinoamérica “debe ser optimista”. Según sus cálculos, “nos quedan 10 años muy buenos”. El abogado y economista, de ideas socialistas, explica que China puede moderar su expansión, que ha promediado en 9,8 por ciento anual durante las últimas tres décadas, pero seguirá siendo el más importante impulsor del crecimiento mundial y un mercado de enorme potencial para las exportaciones.
Para Lagos, que gobernó Chile del 2000 al 2006 con una mezcla de apertura económica y desarrollo social, en la próxima década los países latinoamericanos alcanzarán ingresos per cápita cercanos a 20.000 dólares anuales y estarán a un paso de alcanzar indicadores similares a los que hoy tienen naciones como Portugal.
Alicia Bárcena, jefa de la Comisión, y el ex presidente chileno Ricardo Lagos coinciden con Kacef en que llegó la hora de revalorar el papel de los Estados como garantes de la protección social, la lucha contra la desigualdad y la promoción de la productividad y el empleo, ante la limitación del mercado para esas tareas.
“Estado y mercado son complementarios, no sustitutos. El Estado debe cumplir un nuevo rol en este fin de etapa, en el que el crecimiento no basta y en el que la lucha contra la pobreza por sí sola está agotada. Lo que se requiere ahora es una mayor equidad -afirma el ex mandatario-. Esto no lo podremos hacer vía transferencias. Es el momento de revisar los sistemas tributarios. Es la hora de un nuevo Estado, convocante, que propicie grandes pactos sociales, regule y sea eficiente. Hablo de una democracia 2.0, de un cambio de paradigmas”.
Para Bárcena, el Estado debe intervenir de forma más decidida en lo social, para garantizar mayor bienestar y más desarrollo a los sectores más rezagados, todo lo cual apunta a los sistemas tributarios, porque “el nivel de gasto público está condicionado por la capacidad de recaudo”.
Mientras los países con mejores niveles de bienestar social, como los nórdicos, tienen niveles de recaudación tributaria equivalentes al 50 por ciento del PIB, y del 41 por ciento en el caso de Europa, América Latina apenas recauda el 20,4 por ciento del PIB, con enormes disparidades entre los diferentes países: los ingresos fiscales de Brasil llegan al 34,7 por ciento del PIB; los de México, al 9,4, y los de Colombia, al 18,3 por ciento.
Bárcena dice que “con ese nivel de recaudo es difícil pensar en un Estado capaz de hacer políticas públicas como las que hacen falta”.
La titular de la Cepal señala que “el desarrollo en América Latina llegó a un punto de inflexión en el que se requiere una nueva arquitectura estatal, que se haga cargo del nuevo contexto y de la agenda de la igualdad”.
El 2012, menos pródigo que el 2011
PIB regional crecería 3,7 por ciento, 0,6 puntos menos que el año pasado
La Cepal proyecta que el PIB de América Latina y el Caribe crecerá 3,7 por ciento este año, la tasa más baja desde el 2003, con excepción del 2009, que fue un año de recesión.
Los países de mayor expansión serían Haití (8%), Panamá (6,5%) y Perú (5%). Colombia crecería 4,5 por ciento.
El desempleo urbano se estancaría o caería no más de 0,2 puntos porcentuales, en un entorno de inflación decreciente. También se espera un leve deterioro de las finanzas públicas, expresado en un déficit global del 1,7% del PIB. Asimismo, la balanza comercial registraría un déficit del 1,8% del PIB.
Todo eso, si Europa consigue superar sus graves dificultades económicas. De lo contrario, se verían afectadas las remesas y la inversión extranjera, y podría presentarse una huida de capitales, así como dificultad para acceder al crédito externo y devaluación de las monedas locales.
Otro factor de preocupación es que el margen de maniobra para implementar medidas contracíclicas será menor este año que cuando sobrevino la crisis 2008-2009.
En todo caso, dice la Cepal, las principales economías de la región son menos vulnerables a una crisis en Europa y/o Estados Unidos que las economías emergentes de Europa, el Medio Oriente y África, “ubicándose en niveles similares a los de las emergentes de Asia”.