Desde 2007 no se veían unas protestas tan grandes en Birmania. Entonces, miles de ciudadanos, encabezados por los monjes budistas, pidieron una bajada de precios para reducir unos índices de pobreza cada vez mayores. Lo llamaron la Revolución del Azafrán por el color de las túnicas de los monjes. Los generales de la Junta Militar que gobernaba el país enviaron al ejército para solucionar a tiros las protestas. Cientos de civiles murieron.
Sur Florida/El Mundo
Ahora, 14 años después, la Junta Militar vuelve a estar en el poder tras un golpe de Estado. Al frente del nuevo gobierno está el general Min Aung Hlaing, quien aplaudió la represión contra los manifestantes en la Revolución del Azafrán. Y los monjes budistas, ataviados con su característica túnica, han sido los últimos en sumarse a las protestas contra la dictadura militar.
Este lunes ha sido el tercer día de protestas masivas en varias ciudades de Birmania. Desde la capital, Naipyidó, pasando por la ciudad más grande del país, Rangún, hasta las aldeas de Kachin, en la frontera con China. Según la asociación de derechos humanos ALTSEAN, las protestas se han extendido por 64 urbes de este país de 53 millones de habitantes.
Para contrarrestar las protestas, las autoridades militares han decretado un toque de queda desde las ocho de la tarde hasta las cuatro de la madrugada. Una nueva medida para reducir las manifestaciones después de que el fin de semana bloquearan el acceso a internet en muchas de las ciudades. Además del toque de queda, se ha decretado la ley marcial en Rangún y en otras seis ciudades del país: está prohibido protestar, hacer discursos públicos y más de cinco personas no pueden reunirse en un mismo grupo.
A pesar del estado de emergencia decretado hace una semana por los militares, los ciudadanos siguen oponiéndose pacíficamente a perder el sistema cuasi democrático que han estado disfrutando durante la última década.
Hoy, a diferencia de las protestas del fin de semana, ha sido la primera vez que la policía ha utilizado cañones de agua contra los manifestantes. El periódico local Frontier Myanmar ha publicado varias instantáneas en las que se ve cómo la policía usa el agua para dispersar a los ciudadanos que protestaban en Naipyidó, frente a una estatua del político y militar Bogyoke Aung San, considerado héroe de la independencia y padre de Aung San Suu Kyi, la líder derrocada de Birmania que permanece bajo arresto domiciliario junto al resto de dirigentes de su partido , la Liga Nacional por la Democracia (LND), incluido el presidente, Win Myint.
Fue la propia Suu Kyi quien, el pasado lunes, antes de su arresto, dejó una nota escrita a mano haciendo un llamamiento a la desobediencia civil. El líder perdió su reputación internacional después de defender la represión del ejército birmano contra la minoría rohingya. Se presentó hace dos años ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de la Haya para negar las acusaciones de genocidio y proteger a los mismos militares que la mantuvieron presa durante 15 años y que ahora han vuelto a detenerla y hacerse con el poder.
Pero, dentro de Birmania, la reputación de Suu Kyi sigue intacta . Por ello, su llamamiento a la desobediencia civil llegó con fuerza a las grandes ciudades del. Poco a poco, fueron apareciendo los primeros desafíos al nuevo gobierno del general Min Aung Hlaing, quien dijo el martes durante la primera reunión de su nuevo gabinete que “era inevitable que el ejército tuviera que tomar el poder después del fraude en las pasadas elecciones de noviembre “. La comisión electoral ha negado en todo momento las acusaciones de fraude en unos comicios en los que el partido de Suu Kyi arrasó llevándose el 83% de los escaños .
Esta mañana, la televisión estatal, MRTV, ha emitido un comunicado de las autoridades en el que avisan que tomarán “acciones legales” contra los manifestantes. “Aquellos que están perturbando la estabilidad del estado, la seguridad del público y el estado de derecho deben ser contrarrestados con medidas efectivas y se tomarán acciones de acuerdo con la ley”, decía la advertencia.
En Rangún, los monjes budistas han marchado junto a otros grupos de estudiantes y profesores, ondeando banderas multicolores junto a pancartas con el color rojo del partido de Suu Kyi. “Liberen a nuestros líderes, respeten nuestros votos, rechacen el golpe militar”, se leía en uno de los carteles. “Salvemos la democracia”, rezaba otro. En Naypyitaw, cientos de policías antidisturbios se han organizado en tres filas frente a la marcha de los ciudadanos que protestaban. En una de las carreteras, los agentes pusieron un letrero en el que avisaban que si los manifestantes “traspasan la tercera línea donde estaban los agentes usarían munición real”.
La Asociación de Presos Políticos de Birmania (AAPP) asegura que 163 personas han sido arrestadas desde el golpe militar: legisladores, activistas y funcionarios. El pasado miércoles se conoció la noticia de que Suu Kyi se enfrentaba a un cargo de violar la Ley de Exportación e Importación después de que la policía, en el registro de su casa tras el golpe militar, encontrara dispositivos de comunicación -walkie-talkies- que supuestamente han sido importados ilegalmente y fueron utilizados por el equipo de seguridad del líder. Según la ley birmana, estos cargos podrían acarrear una pena de prisión de hasta tres años.
A miles de kilómetros del país asiático, desde el Vaticano, el Papa Francisco instó a los líderes militares a liberar a los presos políticos y a volver a la senda de la democracia. “El camino hacia la democracia emprendido en los últimos años se vio bruscamente interrumpido por el golpe de Estado de la semana pasada”, dijo el Papa. “Esto ha llevado al encarcelamiento de diferentes líderes políticos, que espero sean liberados prontamente como muestra de aliento para un diálogo sincero dirigido al bien del país”.