5 de noviembre de 2024 8:48 PM

Google se escandaliza con una fotografía sobre el cáncer de mama

Melocotones como si fueran las posaderas de una excitante mujer. Obras de arte históricas que se pelean por atraer las miradas de los visitantes de los museos. Imágenes reivindicativas de mastectomías. Estos son algunos ejemplos de la censura que impera en plataformas digitales que, como Google, Facebook o Twitter, han querido retirar de los ojos de sus usuarios contenidos que ni mucho menos pueden considerarse inapropiados.

Sur Florida/ABC

La anodina e inocente imagen de una mujer con los pechos cubiertos por sus manos que ilustraba una información de ABC.es sobre el cáncer de mama, cuyo día mundial se celebró este lunes, ha sido el detonante de un inesperado bloqueo temporal de la herramienta de publicidad digital de Google sobre este medio de comunicación. Los algoritmos de revisión de la compañía estadounidense confundieron la fotografía por otra sexualmente explícita, un tipo de contenido prohibido por el sistema (llamado Google AdSense) que sirve anuncios a miles de páginas web y grupos editoriales en todo el mundo.

Este episodio vuelve a demostrar, una vez más, la censura que impera en estas compañías al erigirse en encargados de decidir los contenidos en internet, máxime a los constantes fallos de sus sistemas de revisión de publicaciones. En este caso, el software bloqueó el servicio que provee de publicidad digital al clasificar la imagen, erróneamente, como un contenido sexual explícito.

Los términos de la herramienta de la firma con sede en Mountain View (California) incluye textos, imágenes, audios, vídeos o juegos con «material sexual gráfico» como «actos en los que aparezcan genitales, sexo oral o anal». La fotografía, sin embargo, ilustraba una información sobre el cáncer de mama, enfermedad de la que se pretendía concienciar a los lectores este mismo lunes.

El bloqueo se detectó ese mismo día y se prolongó durante las siguientes veinticuatro horas, momento en el que los equipos de la compañía tecnológica comprobaron que, en efecto, se trataba de una simple imagen de archivo. Un episodio que vuelve a despertar el fantasma de la censura en internet por parte de las empresas tecnológicas que, como Facebook o Twitter, intentan ejercer un papel editorial en la distribución de contenidos informativos.

Censores del siglo XXI

No es la primera vez que este comportamiento se vislumbra en las plataformas digitales. En el pasado, las redes sociales Facebook e Instagram han llegado a censurar distintas publicaciones inocentes al pasarlas por el filtro de su moralidad. Porque los pezones no entran en el servicio creado por Mark Zuckerberg. Es un tema tabú. Hace dos años, de hecho, la plataforma bloqueó una portada de la extinta Interviú, publicada en el año 1975, en la que aparecía la actriz Marisol en «topless».

En otras ocasiones, otros usuarios han denunciado la imposibilidad de publicar imágenes personales con determinadas prendas de ropa. Facebook también hizo el ridículo al confundir un codo con un pecho después de que una web humorística pusiera a prueba la fobia a los pezones de esta red social. Aunque esta censura no solo se detecta en las redes sociales. También la publicidad digital ha experimentado con casos similares.

El mundo de la publicidad ha cambiado de manera radical en los últimos años desde la eclosión de internet a finales del siglo XX. La posibilidad de segmentar perfiles de grupos de usuarios ha sido clave para la expansión global de empresas tecnológicas como Google, cuya principal fuente de ingresos es la venta de anuncios. Y, en especial, la llamada publicidad programática, es decir, la compra automatizada de espacios de audiencias en internet a través de sus herramientas diseñadas para realizar campañas.

Es un lucrativo negocio que ha derivado en que firmas como Google, Facebook y Amazon se repartan tres cuartas partes de la tarta publicitaria a nivel mundial. La idea de estas herramientas es que los editores puedan monetizar su contenido y los anunciantes puedan, por su parte, llegar a clientes potenciales en base a su historial de navegación y otros factores.

Para entenderlo: cuando un usuario navega por distintas páginas web suele recibir anuncios pagados por marcas comerciales alojados a través de las distintas redes publicitarias gestionadas por Google. Se trata de un lucrativo negocio que, sin embargo, está sujeto a unas exigentes cláusulas que, en caso de saltárselas, pueden llegar a vetar directamente páginas web y ediciones digitales de medios de comunicación incluso confundiendo contenidos.

Aunque no es una novedad, el primer vagón del tren publicitario lo conducen tres empresas que operan a nivel mundial, Alphabet (Google), Facebook y, cada vez con más fuerza, Amazon. De hecho, el gigante del comercio electrónico estadounidense se ha convertido a su vez en el principal anunciante en internet del mundo. Se reparten el pastel. Entre los tres acumulan el 70% de los ingresos publicitarios en internet, según estadísticas de la consultora eMarketer. Datos recabados por la firma especializada Digiday advierte que, de los 333.250 millones de dólares invertidos en publicidad a nivel global en 2019, 144.600 millones fueron a parar al bolsillo de estas empresas, hoy bajo el escrutinio de los reguladores europeos y estadounidenses.

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