26 de noviembre de 2024 8:47 PM

Centroamericanos van rumbo al norte mientras la pandemia impulsa el colapso económico

Después de perder su trabajo en Honduras, Gabriela Alvarado ha pasado las últimas seis semanas viajando rumbo a la frontera sur de Estados Unidos. Ella es parte de un pequeño pero creciente grupo de centroamericanos que se dirigen hacia el norte después de que el coronavirus devastó la ya pobre región.

Sur Florida / reuters

Alvarado y su esposo, José, decidieron que su única opción era dejar a sus dos hijos con familiares e intentar llegar a Estados Unidos, luego de una infructuosa búsqueda de trabajo en casa.

“Anduve buscando pero no hay porque todo está cerrado”, confesó la extrabajadora de una fábrica en el estado fronterizo Sonora, ubicado en el norte de México. “No hay trabajo”.

A principios de 2020, la migración hacia Estados Unidos se desplomó cuando los países de Centroamérica y el Caribe impusieron restricciones para frenar el avance del coronavirus y Estados Unidos implementó un nuevo programa de expulsión rápida de personas atrapadas cruzando la frontera sin autorización.

Los cierres obligaron a los traficantes de personas -conocidos como “coyotes”- a cambiar de rumbo y comenzar a traficar centroamericanos varados hacia sus países de origen.

Hoy, a solo unas semanas de las elecciones presidenciales de Estados Unidos, la migración hacia el norte se está reactivando, dijeron contrabandistas, expertos y migrantes.

Mientras, el colapso de las economías centroamericanas empuja a las familias a una pobreza más profunda, creando lo que podría convertirse en un tema para la próxima administración estadounidense.

La Patrulla Fronteriza estadounidense realizó casi 55,000 expulsiones o detenciones de migrantes en su frontera suroeste en septiembre, según datos de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés), un aumento del 238% desde abril.

Alrededor de dos tercios de ellos eran mexicanos, dijo a Reuters un portavoz del Departamento de Seguridad Nacional estadounidense (DHS, por sus siglas en inglés), mientras que Honduras, Guatemala y El Salvador fueron los siguientes tres países en la lista.

Los primeros datos de octubre muestran que la tendencia alcista continúa, aseguró una fuente estadounidense con conocimiento de las cifras.

“A medida que las condiciones económicas están empeorando en México y en todo el hemisferio occidental debido al COVID, prepárense. Ya estamos viendo que los números aumentan”, declaró Mark Morgan, comisionado de la agencia de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglas en inglés).

“ABRIENDO DE NUEVO”

En febrero, un traficante de personas conocido como “Chicote”, quien supervisa una red de coyotes, realizó su último viaje a la frontera sur de Estados Unidos, en el que observó con nerviosismo a los migrantes que tosían o estornudaban mientras se apiñaban en las abarrotadas casas de seguridad que la red usa para trasladar a las personas mientras evade a las autoridades.

En marzo, cuando el coronavirus se extendió por la región, miembros del Cártel del Golfo, en el noreste de México, le dijeron que suspendiera las operaciones. “Chicote” contó que trabaja con los narcotraficantes para “ayudar” a los migrantes a cruzar el estado fronterizo mexicano Tamaulipas hacia Texas.

Tres meses más tarde, en julio, el cártel, que buscaba formas de aumentar sus ingresos, le pidió a “Chicote” que reiniciara.

Aún preocupado por la pandemia, el traficante declinó. Pero ahora, después de una pausa de siete meses, confiesa que ha vuelto al negocio, aunque con un giro. Ahora insiste en que tanto los traficantes como los migrantes usen máscaras y mucho gel antibacterial.

“Todo se está abriendo de nuevo”, aseguró.

“La gente no tiene dinero y tiene deudas, y la forma más fácil de ganar dinero es llegar a Estados Unidos”, agregó “Chicote”, explicando que los familiares de sus clientes en el norte pagan 12,000 dólares por cabeza que cuesta la travesía.

“Chicote” pidió no ser identificado por su nombre real por temor a represalias.

“CADA DÍA PEOR”

El banco central de Honduras espera que la economía local se contraiga hasta un 8% este año debido a la pandemia, el peor colapso en la historia moderna del país.

“La gente migra por la pobreza extrema y la violencia”, opinó Ismael Zepeda, investigador del grupo de expertos Foro Social de Deuda Externa y Desarrollo de Honduras (FOSDEH), con sede en Tegucigalpa. “Y ahora por la contracción de la economía la pobreza se profundiza”, agregó.

Los estrictos controles sobre el movimiento en la región, la reducción de los recursos disponibles para muchos migrantes potenciales y los temores persistentes a la pandemia que aún causa estragos en México y Estados Unidos, han mantenido a raya la migración hasta ahora.

Pero en una señal de que la presión está aumentando, miles de adultos, niños y ancianos se unieron a una caravana organizada apresuradamente -y, mayormente, sin éxito- que partió de Honduras hace dos semanas.

“La situación está muy difícil, y cada día peor”, confesó Enoc de Jesús Ramírez, de 21 años, quien dijo se unió a la caravana luego de que perdió su trabajo en una gasolinera y su novia fue despedida de la fábrica donde trabajaba.

Después de que el grupo inicialmente sobrepasó la seguridad fronteriza guatemalteca, el gobierno de Alejandro Giammattei otorgó poderes especiales al Ejército para detener y deportar a más de 3.000 migrantes a Honduras, incluido Ramírez.

Si bien grupos tan grandes llaman la atención en Washington, la mayoría de los centroamericanos que migran sin autorización lo hacen solos o a través de redes de contrabando, en gran parte fuera de la vista.

En Guatemala, un contrabandista de bajo nivel llamado Pablo, quien solicitó no usar su nombre completo, dijo a Reuters que cuando el tráfico se detuvo en la primavera, superó el parón trabajando en una barbería y cobrando 1.30 dólares por corte.

Pero en las últimas semanas confesó que ha reanudado el transporte de personas hacia México. Desde allí, otros miembros de la red de contrabando ayudarán a los migrantes a continuar su viaje hacia el noroeste, a menudo trabajando con el poderoso Cártel de Sinaloa, para cruzar el desierto de Sonora.

“Usamos águilas que buscan a la migra (Patrulla Fronteriza)”, explicó. “De cada 10 personas, seis pasan normalmente”.

Otros, como Alvarado y su esposo, hacen el peligroso viaje por Sonora solos, sin los costosos servicios de los contrabandistas. Algunos, luego, contratarán a un traficante para que los ayude con el complicado tramo final del viaje.

Víctor Clark, experto en migración, relató que la pandemia ha obligado a algunos traficantes a bajar el precio de cruzar el desierto hacia Estados Unidos a 5,000 dólares desde los 8,000 dólares que solían cobrar en promedio.

“Los centroamericanos están muy desgastados (económicamente), pero, por otro lado, también familiares de ellos están absorbiendo otros gastos por la pandemia”, sostuvo.

Mientras tanto, en el estado Veracruz, en el sureste de México, unas pocas docenas de miembros de la caravana que pudieron evadir a los soldados guatemaltecos y a los funcionarios fronterizos mexicanos esperaban el martes junto a las vías del tren, con miras a tomar un trayecto más por México.

“El pueblo tiene hambre en Honduras”, confesó Marcos, quien evitó revelar su apellido. “Uno sale para ver si puede sobrevivir en otro país”.

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