En el momento en que el cantante de heavy metal Shui Shu extendió sus brazos, con una cadena de oración budista en la mano e incienso flotando desde el escenario, su banda desató un muro de sonido sobre la multitud.
Sur Florida / Reuters
La absorta audiencia de unas 200 personas, muchas con mascarillas, se movió con cautela. Al final de la presentación, la mayoría se las había quitado.
Para cuando la tercera banda de la noche subió al escenario, la sala era una olla, con los asistentes agitando los brazos y dando patadas con toda la energía acumulada durante seis meses de cuarentena por coronavirus, que mantuvieron apagadas las luces en lugares alternativos de música de Pekín.
El fan del metal brasileño Daniel da Silva Anana, quien se había mezclado entre los entusiasmados asistentes, dijo que estaba feliz, y se mostró más preocupado por resbalar en un piso mojado con bebidas derramadas que por el coronavirus.
Pekín permitió recientemente la reapertura de recintos con música en vivo al 50 por ciento de capacidad, mientras la vida en China vuelve cada vez más a la normalidad.
La banda Bliss-Illusion de Shui Shu es parte de la pequeña pero dinámica escena de heavy metal del país, donde los grupos mezclan estándares del género con elementos chinos.
“En nuestro trabajo, el ‘black metal’ es la forma mientras el budismo es el contenido”, dijo Shui Shu sobre su música de inspiración espiritual, que ha sido lanzada por el sello francés Anesthetize Productions.
El black metal es un subgénero que crea una atmósfera oscura con guitarras muy distorsiondas y voces agudas.
“No exageramos el dolor, alabamos la felicidad”, dijo en su espacio de ensayo en el sótano unos días antes del show en Omi Space, que la banda calificó en su página de Facebook como la “primera cita después de que el mundo se detuvo”.