La imagen de unos niños jugando bajo las palmeras en la Plaza Real de Barcelona hace que Gloria Gómez rememore su infancia en los años 80, antes de que las hordas de turistas atestasen este emblemático emplazamiento de la Ciudad Condal.
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“Es bonito verlo pero al mismo tiempo es muy triste”, dijo Gómez, de 53 años, conserje de un edificio en esta plaza del casco antiguo, un trabajo que heredó de su madre.
La pandemia ha asestado un duro golpe a los países dependientes del turismo com o España y a ciudades como Barcelona, una de las más populares de Europa. Y ahora que está tratando de atraer a los visitantes de nuevo, también está debatiendo la necesidad de cambiar su modelo económico para hacer frente a un problema que viene de lejos, como es el turismo en masa.
“Hay un cambio de estrategia absoluto”, dijo Marian Muro, directora de Turisme de Barcelona, un consorcio público-privado, explicando el cambio en la promoción general de la ciudad.
“Es mas importante la calidad que la cantidad” y un mayor respeto de los visitantes hacia los barceloneses son algunos de los factores que explican el enfoque más segmentado de la ciudad, dijo.
En busca de un nuevo turismo, la ciudad pretende promover su gastronomía local y el atractivo como polo tecnológico que ofrecen sus startups, al tiempo que ofrece a los agentes turísticos formación para atender las necesidades de los visitantes chinos con vistas a atraer turistas de alto consumo de ese país, así como del sudeste asiático y de Estados Unidos.
También está exigiendo requisitos sanitarios a las empresas turísticas que reciben una etiqueta de compromiso sostenible de las Naciones Unidas como garantía contra la pandemia y ha firmado un acuerdo con Moscú para promover viajes de fin de semana largos enfocados en la cultura y las compras.
Son nuevas tácticas para una ciudad de 1,6 millones de habitantes que según sus estimaciones el año pasado recibió cerca de 30 millones de visitantes, incluidos viajeros que sólo acudieron por un día y unos 14 millones que se quedaron al menos una noche.
Antes de la pandemia, en medio de la ira por el aumento de los precios de la vivienda y de la preocupación de que el turismo estuviese creando zonas de exclusión para los habitantes, el ayuntamiento intentó medidas como restringir la apertura de nuevos hoteles, lo que provocó críticas del sector privado.
El turismo representa por lo general más del 12% del PIB de España, que según Naciones Unidas fue el segundo país más visitado del mundo en 2018 después de Francia.
Pero las llegadas internacionales cayeron un 98% interanual en junio y las esperanzas de un rebote en julio, después que se levantara el confinamiento a nivel nacional, se vieron frustradas por las cuarentenas y las recomendaciones de no viajar emitidas por muchos países debido al aumento de infecciones en varias áreas del país, entre las que destacó Barcelona.
Menos de un tercio de los hoteles de Barcelona han abierto y en julio y solo el 20% de ellos colgó el cartel de completo. El gobierno catalán prevé pérdidas en el sector turístico de al menos 15.000 millones de euros en la región. El gasto directo de los turistas alcanzó alrededor de 8.800 millones de euros en Barcelona en 2018, según el ayuntamiento de la ciudad.