**La cruzada contra el terrorismo es en realidad una cruzada contra Juan Manuel Santos. El expresidente comienza a jugarse sus cartas. ¿Qué posibilidades tiene?
El evento fue todo un éxito. No solo se llenaron los 600 asientos del salón más grande del club El Nogal, sino que 200 furibistas quedaron apeñuscados de pie y 100 más ni siquiera lograron entrar. José Obdulio Gaviria ya estaba en el auditorio cuando entró Fernando Londoño.
Todo el mundo se puso de pie y tuvo la ovación que se esperaría del homenaje a un hombre que acaba de sobrevivir a un atentado.
Lo que llamó la atención es que mientras estrechaba manos de un lado a otro varios de los presentes comenzaron a gritar: “¡Londoño presidente!, ¡Londoño presidente!”. Casi simultáneamente entró Álvaro Uribe.
El aplausómetro que se pensaba estaba en el tope, se desbordó. Para recorrer unos pocos metros se fueron momentos interminables en que todo el mundo quería saludarlo o por lo menos tocarlo. El ambiente en el auditorio parecía menos de un evento político que de un concierto de rock.
La concurrencia era previsible. Allá estaban exministros de Uribe como Óscar Iván Zuluaga, Marta Lucía Ramírez y María Consuelo Araújo. También sus alfiles en el Congreso como Juan Carlos Vélez, José Darío Salazar y Carlos Alberto Zuluaga. No faltaron militantes de la causa de otros sectores como José Félix Lafaurie, Plinio Mendoza, Alfredo Rangel, Luis Guillermo Giraldo, Luis Camilo Osorio, Serafino Iacono y su abogado Jaime Granados.
Por cuenta de las Fuerzas Armadas, solo podían ir los retirados, el más visible de los cuales fue el general Harold Bedoya. Pero ante todo, había representantes de la sociedad bogotana, a quienes tanto critica Uribe pero que lo adoran. Y no faltó el club de fans femenino que incluyó personajes como Olga Duque de Ospina, Elvira Cuervo de Jaramillo y Marlén de Vargas. No podía faltar tampoco Jean-Claude Bessudo y llamaron la atención por su ausencia Francisco Santos y Juan Lozano, quienes se encontraban de vacaciones.
Terminada la ovación, la faena comenzó con el discurso del expresidente, quien definitivamente no desilusionó a su auditorio. En una intervención leída de casi una hora, fue interrumpido en múltiples ocasiones con arengas uribistas. Al terminar, el delirio colectivo de la entrada se repitió.
El discurso del expresidente fue muy bueno. De gran factura literaria y con un tono de estadista menos coloquial que el usual, les dijo a los presentes exactamente lo que querían oír. Sin mencionar el nombre de Juan Manuel Santos, arremetió contra el gobierno de este principalmente con la bandera de la seguridad. De ahí pasó a algunos aspectos puntuales como las diferencias en materia de política económica, las relaciones con los vecinos, la despenalización de las drogas y otros. Presentó dos propuestas concretas: establecer un sistema unicameral en el Congreso y una constituyente para reformar la Justicia.
En términos generales, la intervención no era más que ponerle un marco político a la bronca que ha sostenido con Santos en dos años de trinos. Con esto oficializó el lanzamiento de un movimiento de oposición al actual gobierno. Los términos en que dejó saber sus intenciones fueron:
“Soy consciente de que necesitamos acción política, debemos emprender recorridos. Estamos en la lucha y esperamos que nuestros futuros candidatos salten a la arena… Estamos prestos a contribuir a una coalición de convergencia al Puro Centro Democrático, con los ciudadanos y partidos, a participar en la elaboración de la plataforma, a animar precandidaturas y a apoyar a un gran candidato”.
El discurso tenía verdades, medias verdades y algunas inexactitudes. En materia de seguridad, sin duda le va bien, no tanto por sus planteamientos sino por su récord, que es imbatible. Si algo le da sustento a la “cruzada contra el terrorismo” es ese tema. La percepción del deterioro en la seguridad es el mayor lunar del gobierno Santos y Uribe ha explotado al máximo ese talón de Aquiles. Pero su afirmación de que el gobierno frena la acción del Ejército o que es indiferente a su suerte es injusta. Y también distorsiona la realidad cuando responsabiliza al gobierno de Santos de que los militares no tengan fuero contra los juicios por violaciones a los derechos humanos, cuando fue durante su gobierno que este fuero se desmontó, mediante un acuerdo entre el Ministerio de Defensa y la Fiscalía.
En cuanto al marco jurídico para la paz, Uribe se aprovecha del rechazo que este ha tenido en algunos sectores. A Santos se le han criticado dos cosas: buscar la paz negociada y hablar demasiadas veces de ese tema. De ahí ha salido la etiqueta de que se ha pastranizado, que ha sido repetida en los últimos días. La verdad es que el marco para la paz no es más que una herramienta que no sobra tener si algún día se dan las condiciones necesarias. Pero asociar esta señal con un rasgo de debilidad no es más que un recurso efectista. Ni el presidente ni las Fuerzas Armadas tienen intención de bajar la guardia, y también tienen un récord importante para mostrar. Álvaro Uribe puede ser el colombiano que más sabe de manejo del orden público. Pero su exministro de Defensa es, sin duda, el segundo.
En materia de relaciones internacionales a Uribe le va mucho menos bien. Así como en lo que se refiere a seguridad la mayoría de los colombianos le da la razón, en esta le da la espalda. Su radicalismo antichavista va en contravía del sentimiento mayoritario de que es mejor un mal arreglo que un buen pleito. La coherencia ideológica del expresidente de que no se puede pactar con dictadores no ha hecho que la gente olvide el ambiente de preguerra que se vivía durante su gobierno por la defensa de ese principio. La realpolitik de Santos de haber arreglado contra todas las expectativas los conflictos que existían con Venezuela y Ecuador son sin duda alguna uno de los logros importantes de su gobierno.
Y en cuanto a la economía, la cosa queda en tablas. Los resultados de Uribe fueron espectaculares, pero el país, a pesar de la crisis mundial, sigue bien. El debate sobre si los “estímulos a la inversión” del gobierno anterior eran “gabelas a los ricos”, como dice el actual, polarizan más a los economistas que a la opinión pública.
Un error estratégico que cometió Uribe en su lanzamiento fue hablar de una constituyente. Él la justifica para reformar la justicia y seguramente es así. Pero todos sus detractores asocian la palabra constituyente con una intención de volver a ser presidente. No hay ninguna posibilidad de que esto suceda y muy probablemente ni siquiera está en la mente del exmandatario. Pero si se tiene en cuenta que buena parte de las críticas que se le hacen tiene su origen en la búsqueda de un tercer periodo, volver a abrir ese flanco es una imprudencia.
Terminado el discurso de Uribe, vino el de Fernando Londoño. El éxito de la intervención del exministro fue comparable al de su jefe. Destruyó a todos los gobiernos anteriores con excepción del de Virgilio Barco. Hizo una oda a Álvaro Uribe que expresaba todo lo que los presentes sentían y que el expresidente no podía hacerse a sí mismo. Si el primer discurso fue más serio el segundo fue más ameno. Y si el primero despertaba aplausos, la ironía de Londoño despertaba carcajadas.
La “cruzada contra el terrorismo” fue rebautizada en el club El Nogal como Puro Centro Democrático. Este nombre no deja de producir algunas sonrisas, pues ya está circulando el chiste de que con Uribe no puede ser democrático, con Fernando Londoño no puede ser de centro y con José Obdulio no puede ser puro. Esta sigla es algo parecido a la Tercera Vía de Santos. Ambas pretenden simplemente rechazar los extremos del capitalismo salvaje y del socialismo intervencionista, en lo cual están prácticamente todos los políticos del mundo. Todos ellos recurren a esta figura con un eslogan diferente, y casi nunca es verdad. El movimiento político que acaba de ser lanzado por Álvaro Uribe es de derecha y, según sus contradictores, de extrema derecha.
¿Qué futuro tiene y cuáles son sus planes? Teniendo en cuenta que es casi seguro que Santos va a buscar la reelección, la meta es bloquearlo o por lo menos meterle un palo a la rueda. La animadversión entre los dos protagonistas de esta guerra se ha exacerbado en los últimos días.
En sus dos entrevistas de la semana pasada, Santos le dio dos duros golpes a su antiguo jefe. Afirmó que no le convendría al paísque le sacara los trapos al sol, con lo cual dejaba claro que había algo de eso. Posteriormente, reveló una encuesta según la cual el 40 por ciento de las noticias negativas del país tenían su origen en Uribe y el otro 40 en las Farc. Esa chiva, que parece simplemente descriptiva, le hace mucho daño al expresidente Uribe.
En Colombia se considera aceptable hablar mal de un gobierno, pero totalmente inaceptable hacer quedar mal al país. Y la forma como lo presentó Santos parece más lo segundo. Andrés Pastrana, quien había perdido la Presidencia por cuenta de la narcofinanciación de los Rodríguez, quedó como un traidor a la patria cuando denunció este escándalo porque supuestamente desacreditaba al país. Algo parecido le sucedió a Yolanda Pulecio, quien durante su calvario por el secuestro de Íngrid, por criticar al gobierno de Uribe, la chiflaban en la calle.
El estudio que llevó a equiparar a Uribe con las Farc en noticias negativas ha sido interpretado en forma algo simplista. Se trata de una medición de 250 medios impresos ordenada por Presidencia, Cancillería y Proexport y hecha por la agencia GMI Latinoamérica que contabiliza las noticias que se publican sobre el país.
En la última entrega, que cubrió el periodo de abril a julio (Cumbre de las Américas, secuestro de Romeo Langlois y atentado a Fernando Londoño) el estudio registró una mayoría de noticias neutrales simplemente informativas, un 27 por ciento de noticias favorables al gobierno y un 4 por ciento de noticias críticas a este. Es en este 4 por ciento donde el 40 por ciento de las noticias provienen del expresidente Uribe cuando criticó al gobierno.
En todo caso, lo que es seguro es que los nuevos centristas no piensan reducir estas críticas. Lo que no es seguro es a qué partido van a pertenecer. En este momento en el país se presenta la situación insólita de que el jefe de gobierno y el jefe de la oposición son del mismo partido. Eso no puede seguir así. Como es seguro que la gran mayoría de los parlamentarios se van a quedar con Santos en el Partido de la U, los disidentes van a tener que buscar tolda aparte. El gran interrogante es qué hará el Partido Conservador, que tiene el mismo nivel de adoración por Álvaro Uribe que por los puestos. Si el candidato a la Presidencia fuera Uribe, no era imposible que decidieran romper con el gobierno y apoyar un retorno a la seguridad democrática. Pero como el expresidente no puede ser candidato, las posibilidades de ruptura son pocas.
Por lo pronto los miembros de Puro Centro Democrático piensan recorrerse todo el país y presentar listas tanto a las corporaciones públicas como a la Presidencia de la República en 2014. El reto que enfrentan es traspasar el prestigio de Uribe a quienes lo representen. Ese experimento se hizo ya en la Alcaldía de Bogotá con Enrique Peñalosa, quien, a pesar de parecer inderrotable después del fiasco de Samuel, se hundió en las urnas frente a Gustavo Petro.
Se puede anticipar en todo caso que a la cruzada contra Santos le irá mejor en las campañas al Congreso que en la presidencial. Uribe despierta donde va la misma histeria colectiva que produjo en el club El Nogal, y con la percepción de la seguridad en deterioro, la causa puede generar entusiasmo. Y como en una campaña las andanadas contra el gobierno pasan del Twitter a la televisión en tiempo triple A, la mella que van a hacer no es despreciable.
El abanico de posibles candidatos de ese movimiento está integrado por Óscar Iván Zuluaga, Fernando Londoño, Marta Lucía Ramírez y Juan Lozano. Londoño despierta entusiasmo en la derecha, pero tiene el fantasma de Invercolsa, lo cual le quita viabilidad. Marta Lucía Ramírez y Juan Lozano son igual de cercanos a Uribe que a Santos y por esto es improbable que se enfrenten al presidente. Esto deja a Zuluaga como el más probable candidato de ese movimiento. Su nominación no será oficial hasta que tenga lugar algún tipo de convención, pero en círculos políticos su nombre ya se da por descontado.
Con Zuluaga pasa algo muy curioso. Aunque tiene empaque de político y no de estadista, es una persona enormemente preparada, con la experiencia y el dominio de los temas que se requieren para ser jefe de Estado. Su problema es que casi nadie sabe esto. A pesar de que ha sido ministro de Hacienda, congresista y alcalde, es aún un desconocido a nivel nacional. Con frecuencia las personas que desempeñan cargos importantes no alcanzan a calar en la opinión pública. Eso mismo le sucedió a Juan Manuel Santos, quien a pesar de haber desempeñado varias carteras exitosamente y aparecer permanentemente en los medios durante 20 años, no despegó hasta el Ministerio de Defensa.
Zuluaga se enfrentaría no solo al presidente Santos si este se lanza, sino al candidato del Polo Democrático que resulte elegido de una consulta entre Clara López y Jorge Enrique Robledo. Y muy probablemente también estará a nombre de los progresistas Antonio Navarro quien, aunque dice que le está trabajando a una candidatura del partido y no a su nombre, pocos le creen.
En ese escenario, los dados están cargados a favor de Santos. En un país presidencialista el poder del Estado es demasiado grande, independientemente de cuántas alambradas de garantías se implanten. Y como se dijo anteriormente, si Álvaro Uribe pudiera ser candidato, las cosas serían a otro precio.
Pero con la popularidad en 50 por ciento o por encima y con la gran mayoría del Congreso a su favor, la reelección del presidente aún no parece estar en peligro. De lo que sí no hay duda es que de haber candidatura reeleccionista en 2014, la campaña presidencial va a estar mucho más animada por cuenta del uribismo. (Revista Semana)